La introducción al documento que publicamos a continuación ha sido tomada de Workers Hammer No. 247 (invierno de 2021-2022), periódico de la Spartacist League/Britain. Ha sido adaptada para su publicación en Spartacist.

Reproducimos a continuación algunas de las secciones principales del documento unánimemente adoptado por la XXV Conferencia Nacional de la Spartacist League/Britain (SL/B). Esta conferencia histórica efectuó un giro político muy marcado, al impulsar un programa revolucionario en la pandemia para Gran Bretaña y repudiar el añejo curso reformista que nuestra organización había seguido bajo su dirección previa. El título del documento, “En defensa del programa revolucionario (II)”, es una referencia directa al documento homónimo de fundación de la SL/B (publicado en Spartacist Britain No. 1, abril de 1978), lo que encarna nuestro compromiso de reclamar el programa original de la sección y defender la continuidad revolucionaria de la Liga Comunista Internacional (Cuartainternacionalista).

La publicación en abril de 2021 de la declaración del CEI “¡Abajo los confinamientos!” (ver pág. 5), de manera única en la izquierda, impulsó una perspectiva de lucha clasista en la pandemia, en oposición a los confinamientos, la unidad nacional y el ataque de la clase dominante contra el proletariado internacional. Antes de la publicación de esta declaración, la LCI había capitulado a la unidad nacional al apoyar los confinamientos. En la SL/B, esta capitulación estuvo preparada por años de oportunismo y por el rechazo de los postulados centrales de su programa revolucionario. Esto incluyó (aunque no se limitó a ello) rechazar la lucha por un partido leninista de vanguardia al capitular a Jeremy Corbyn a lo largo del periodo de su dirigencia del Partido Laborista y adoptar el programa laborista de socialismo parlamentario y del imperialismo de la “pequeña Inglaterra”. El documento de conferencia es el producto de una lucha ardua en contra del previo Comité Central de la SL/B y constituye un rompimiento decisivo con el curso previo de la sección. Impulsa elementos indispensables para forjar un partido revolucionario en Gran Bretaña en contra de la política laborista que plaga a la extrema izquierda británica. El documento fue la base para elegir un nuevo Comité Central compuesto de una nueva capa de cuadros que libraron esta lucha interna y que están comprometidos a reforjar un núcleo trotskista en las Islas Británicas.

El documento está dedicado a nuestro camarada George Crawford, quien murió poco antes de la conferencia y cuya lucha de toda la vida por el comunismo es un ejemplo y una inspiración (ver su obituario en Workers Hammer No. 247).

II. ¡Por un programa revolucionario en la pandemia!

La pandemia de Covid-19 ha desencadenado una crisis sanitaria, económica y social al nivel mundial. En Gran Bretaña, como en otros lugares, el año y medio pasado ha sido desastroso para la clase obrera y los oprimidos: más de 150 mil muertes por Covid, confinamientos brutales, represión, despidos masivos, suspensiones de trabajo, aceleración del ritmo de trabajo, cierres escolares. La dirección del movimiento obrero traicionó al proletariado en esta crisis, encadenándolo a los capitalistas y colaborando en la ofensiva devastadora de éstos. El Partido Laborista —desde su ala corbynista hasta la dirección de Starmer—, los dirigentes sindicales y la izquierda reformista apoyaron los confinamientos y se unieron tras el gobierno tory [Partido Conservador] de [Boris] Johnson para predicar la unidad nacional y la colaboración de clases. El Partido Laborista administró los confinamientos en ciudades a lo largo y ancho de Gran Bretaña y es directamente responsable de traer devastación y miseria a los trabajadores.

La posición de la izquierda seudomarxista británica —Socialist Workers Party, Socialist Party, Communist Party of Britain, Socialist Appeal, Revolutionary Communist Group, etc.— ha sido no sólo apoyar los confinamientos, sino hacer una cruzada por confinamientos más severos y prolongados, basados en el modelo australiano de cero Covid. Cualquier pretensión de estos reformistas de luchar por cualquier cosa que pudiera estar en el interés de la clase obrera en la pandemia es una absoluta farsa dado su apoyo a los confinamientos.

Esta conferencia repudia la moción del Comité Central de la SL/B de junio de 2020, que capituló a la unidad nacional del gobierno al apoyar los confinamientos. Dicha posición se basaba en el argumento de que “en ausencia de medidas de salud pública más significativas, [el confinamiento] tiene cierta eficacia respecto al objetivo extremadamente mínimo de ralentizar la propagación de la Covid-19”. Esto significa aceptar el chantaje moral de la burguesía, que dicta que la única forma de defender la salud pública es apoyar las medidas antiobreras del gobierno. También alimentó las ilusiones en que el estado burgués es un instrumento para proteger a la gente y no un aparato de violencia para subyugar al proletariado.

La única forma en que la clase obrera puede realmente proteger su salud y combatir las causas sociales de la crisis es a través de los métodos de la lucha de clases contra los patrones y su estado. Los confinamientos son medidas reaccionarias de salud pública que impiden esta lucha en todo sentido. No sólo traen consigo consecuencias sociales devastadoras, sino que además dejan a la clase obrera desarmada y encadenada a la burguesía.

Nos oponemos a los confinamientos con base en un programa obrero revolucionario. Cualquier otra base para oponerse a los confinamientos, ya sea sobre una base científica, de libertarismo civil, de teorías de la conspiración o sindicalista, simplemente promueve programas burgueses alternativos de gestión de la pandemia. Los revolucionarios no buscamos reconciliar los antagonismos de clase, sino usar la crisis para llevar adelante la lucha por el derrocamiento de la burguesía. Si la pandemia muestra una cosa claramente es que el dominio de la clase capitalista está en bancarrota absoluta y no puede siquiera empezar a abordar las necesidades de las masas. La clase obrera debe luchar por sus intereses ahora, empezando con sus necesidades más mínimas y básicas. Pero para ser exitosa, esta lucha debe estar ligada a la de la revolución socialista internacional.

Los dirigentes del movimiento obrero en Gran Bretaña han actuado como los abanderados de la campaña de unidad nacional de la clase dominante, repitiendo como pericos sus exhortaciones: “¡Quédense en casa! ¡Protejan al NHS! ¡Salven vidas!”. Todo mundo sabe que los tories no quieren salvar al NHS [Servicio Nacional de Salud] y que con gusto “dejan que los cuerpos se apilen al por mayor”. Sólo con la complicidad de los dirigentes traidores del proletariado, la burguesía pudo difundir en la clase obrera la mentira de que en la pandemia existe un interés común que se sitúa por encima de todas las clases.

En esta crisis, como en todo momento, los intereses de clase de la burguesía y el proletariado son irreconciliables. Los obreros obviamente tienen un interés en protegerse a sí mismos y sus familias de una enfermedad peligrosa, pero sólo luchando contra los patrones y el gobierno, no colaborando con ellos, se pueden conseguir condiciones de vida y de trabajo más seguras. No se puede “proteger al NHS” confiando en quienes lo han conducido a la ruina: los tories, los laboristas y los parásitos capitalistas.

Detrás de sus nobles consignas, la burguesía impulsa sus propios intereses de clase. Quiere limitar la propagación del virus porque es mala para los negocios. Aboga por quedarse en casa para salvar al NHS porque es una forma barata de evitar el colapso total del decrépito sistema de salud. La clase obrera tiene todo el interés en defender al NHS y en luchar por obtener un sistema de salud de la más alta calidad, especialmente durante una pandemia. Pero para avanzar sus intereses, debe desechar el chantaje ideológico de la burguesía, el cual presenta toda lucha contra su dominio como una peligrosa amenaza a la salud pública.

El completo servilismo del Partido Laborista y la burocracia sindical durante la pandemia ha significado que el enojo contra el gobierno, y particularmente contra sus confinamientos brutales, sólo ha tenido expresiones no proletarias, amorfas y heterogéneas. En la primavera y el verano de 2021 se llevaron a cabo manifestaciones masivas contra los confinamientos en Londres bajo consignas por “democracia”, “derechos individuales” y “libertad médica”. El gobierno, los medios y el pantano laborista se han unido para condenar estas manifestaciones, presentando como inevitablemente reaccionario a quien se oponga a las medidas de la burguesía.

Aunque el programa de tales movimientos es enteramente burgués, son alimentados por el enojo legítimo contra el gobierno. Debemos condenar el torrente de propaganda pro gubernamental contra estas manifestaciones, así como su represión. Nuestro objetivo al intervenir en tales movimientos es ganar al programa del comunismo a aquellos que se oponen a las medidas devastadoras del gobierno, haciendo que rompan con la política del libertarismo civil y de las teorías de la conspiración, así como con la política a veces reaccionaria de estos movimientos.

Dada la falta de una polarización a lo largo de líneas de clase durante la pandemia, las cuestiones de la vacunación y de los mandatos de vacunación se han convertido en cuestiones sociales importantes. De un lado del debate se encuentran quienes apoyan todo lo que haga el gobierno si lo hace en nombre de aumentar la tasa de vacunación; del otro lado se encuentran quienes se oponen a toda transgresión de las libertades civiles, a cualquier forma de vacunación obligatoria y, a veces, a las vacunas mismas. Como comunistas, rechazamos ambos lados. Buscamos acabar con esta polarización fomentada por el gobierno planteando un eje de clase. Nuestro principio guía son los intereses de la clase obrera.

Está en el interés de la clase obrera que toda persona en la Tierra se vacune contra la Covid-19. Estamos por la vacunación obligatoria, es decir, ser forzados a recibir una inyección en el brazo. Negarse a ser vacunado y dispersar el virus no es un derecho democrático. Pero nos oponemos a su imposición a través de políticas que atacan a la clase obrera en nombre de la vacunación. Nos oponemos al despido de trabajadores del NHS, o de cualquier otro trabajador, por parte del gobierno porque no están vacunados. Los despidos masivos son un ataque contra la clase obrera y los sindicatos; nos oponemos a ellos sin importar su motivo. También nos oponemos a los pasaportes de vacunación, que registrarían cada movimiento de la población y transformarían a cada empleado de bar y tendero en un auxiliar de la policía.

Trotskistas contra reformistas

La pandemia ha mostrado dos verdades centrales: 1) que la burguesía es totalmente reaccionaria, que no puede siquiera empezar a satisfacer las necesidades de la clase obrera, y debe ser derrocada y remplazada por el dominio obrero; 2) que la dirección actual de la clase obrera británica, en los sindicatos y el Partido Laborista, está totalmente postrada ante la burguesía y el gobierno. La tarea de los revolucionarios es mostrar claramente a los obreros con conciencia de clase, y a los jóvenes que buscan una alternativa, que todos los grupos británicos que se proclaman socialistas comparten la misma política fundamental de los traidores en el movimiento obrero y siguen traicionando a la clase obrera. Para exponerlo, presentamos una contraposición programática puntual a la izquierda reformista sobre algunas de las cuestiones clave del momento:

  1.  La atención médica es aun más miserable ahora que antes de la pandemia, la crisis de vivienda está tan mal como siempre y el sistema educativo se encuentra en ruinas. ¡El movimiento obrero debe movilizarse para luchar por un programa masivo de obras públicas para construir nuevas escuelas, vivienda de calidad y de bajo costo, e infraestructura de atención médica! Para obtener inmediatamente fondos, terrenos y edificios para las escuelas, instalaciones para la atención médica y viviendas, ¡expropiar las propiedades de la monarquía y la Iglesia! Para financiar al NHS, para reindustrializar a Gran Bretaña y establecer una economía planificada, ¡expropiar a los banqueros e industriales! Estas demandas están absolutamente contrapuestas a la fantasía de la izquierda reformista de que las necesidades de los obreros se satisfarán con la elección en el parlamento de un gobierno laborista de izquierda, que “le pondrá impuestos a los ricos” y nacionalizará “los sectores clave de la economía”.

    No se le quitará el poder a los patrones a través del voto ni se les quitarán sus posesiones gradualmente, y la monarquía no será abolida a través de una ley en el parlamento de Su Majestad. Cuando el Partido Laborista administra el estado capitalista, se trata de un gobierno burgués. La clase obrera necesita un gobierno obrero, es decir, la dictadura del proletariado para expropiar a la burguesía y acabar con la resistencia de los explotadores, sobre el modelo de la Revolución Rusa de octubre de 1917.

  2.  La burguesía está llevando a cabo ataques masivos contra las condiciones de trabajo: los tories están recortando los salarios de los trabajadores del NHS, la inflación está desenfrenada, los salarios son miserables y millones trabajan en empleos precarios y de medio tiempo. ¡Los sindicatos necesitan urgentemente sindicalizar a los no sindicalizados y luchar por un gran aumento global de los salarios, a la par con la inflación! ¡Eliminar los contratos de cero horas! Contra el trabajo excesivo y el desempleo, los sindicatos deben luchar por una semana laboral de 30 horas con pago de 40 para distribuir el trabajo entre todas las manos. ¡Por el control sindical de la contratación! Contra las divisiones raciales fomentadas por los patrones, los sindicatos deben luchar por plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes para unificar a la clase obrera en su lucha contra el dominio de la clase capitalista.

    Los comunistas luchamos por construir fracciones en los sindicatos que se basen en el programa de transición completo, conectando las demandas económicas más inmediatas con la necesidad de un gobierno obrero. Esto es contrario a los falsos socialistas británicos, cuyo programa en los sindicatos se basa en apoyar a los burócratas de retórica izquierdista, como Sharon Graham [de la federación sindical Unite], contra los derechistas, y en empujar un programa mínimo de reformas y combatividad sindical.

    Todas las alas de la burocracia sindical están comprometidas con un programa de colaboración de clases: buscan renegociar los términos de explotación de la clase obrera al tiempo que defienden el dominio de la clase capitalista. Contra los reformistas, cuya perspectiva entera es presionar a la burocracia sindical pro capitalista actual, contraponemos la necesidad de construir una nueva dirección revolucionaria de la clase obrera. Decimos: ¡Echar a los burócratas sindicales, de izquierda y derecha! ¡Por una dirección clasista de los sindicatos!

  3. A lo largo de la pandemia, todos los seudorrevolucionarios —haciendo eco de las direcciones sindicales— han predicado la mentira de que el estado capitalista existe para proteger a los obreros. Su programa para proteger la salud y la seguridad laboral ha sido propugnar por confinamientos más duros y prolongados, más cierres de plantas industriales y escuelas, y medidas de seguridad y guías contra la Covid más estrictas, impuestas por las agencias de salud de los patrones. ¡Esto es suicida y una traición de los principios socialistas!

    Los sindicatos son las organizaciones elementales de defensa del proletariado. Su propósito es defender a los obreros en el trabajo, ¡no luchar por enviarlos a casa! ¡Los sindicatos deben luchar ahora por el control sindical de la salud y la seguridad laboral! Los sindicatos, no el estado capitalista, deberían determinar qué condiciones son seguras para trabajar. Los falsos socialistas siempre hablan del “control obrero” de la seguridad laboral o la producción. Pero si esto no se basa en la independencia de clase del proletariado, en una oposición irreconciliable al estado capitalista y en un programa por el poder proletario, el “control obrero” se reduce a la administración obrera en colaboración con los capitalistas y su estado, es decir, la colaboración de clases institucionalizada.

    El estado capitalista es el puño armado de los patrones. Existe para imponer la explotación de la clase obrera, ¡no para proporcionar condiciones seguras de trabajo! ¡Los revolucionarios luchamos por la completa independencia de los sindicatos respecto a los patrones y el estado capitalista! ¡Policías, guardias de seguridad, carceleros, fuera de los sindicatos!

  4. Mientras el movimiento obrero está en la lona —gracias a su dirección traidora—, los imperialistas británicos han incrementado sus depredaciones en el exterior. Para fortalecer su posición y desviar el enojo que existe contra ellos, están agitando a los trabajadores contra China. ¡El enemigo de los obreros británicos son los capitalistas británicos! La oposición al imperialismo británico se plantea a quemarropa con la necesidad de defender a China contra la campaña contrarrevolucionaria imperialista cada vez más fuerte. China es un estado obrero burocráticamente deformado; ¡el proletariado internacional debe defender las conquistas de la revolución social china de 1949! Para defender y extender estas conquistas, los trotskistas luchamos por una revolución política proletaria para echar a la burocracia estalinista parasitaria. Pero todos los falsos socialistas en Gran Bretaña se oponen a esta perspectiva.

    Mientras que algunos estalinistas apoyan a la burocracia reaccionaria del Partido Comunista Chino, los socialdemócratas y los falsos trotskistas redoblan tambores en favor del programa de contrarrevolución capitalista de los imperialistas británicos y estadounidenses, despotricando contra el “imperialismo chino” y haciendo campañas por la “democracia” y los “derechos humanos”. Fue bajo las mismas consignas que los imperialistas impulsaron la contrarrevolución capitalista que destruyó a la URSS, un golpe contundente al proletariado mundial que todos los seudotrotskistas aplaudieron. Ahora están haciendo lo mismo con China, Corea del Norte y todos los estados obreros deformados restantes. ¡Abajo el imperialismo británico y todas sus alianzas! ¡Abajo la OTAN! ¡Abajo el AUKUS! ¡Donar el sistema Trident a Corea del Norte!

  5. Durante la pandemia, el Partido Laborista ha mostrado una vez más su total servilismo al dominio capitalista. Desde el ala derecha de Starmer hasta el ala izquierda de los corbynistas, todos traicionaron a los obreros y han sido un apoyo crucial para el gobierno tory de Johnson. Los obreros necesitan un nuevo partido, un partido revolucionario que luche por el poder obrero como parte de una IV Internacional reforjada. Los falsos marxistas en Gran Bretaña son un obstáculo político a este objetivo. Por más de un siglo, toda su estrategia ha consistido en presionar al ala izquierda del Partido Laborista para que adopte un programa socialista. Hacen esto ya sea desde dentro del Partido Laborista (como Socialist Appeal, cuando no los echan) o desde fuera (como el Partido Socialista, cuya estrategia es construir un nuevo obstáculo reformista de masas contra la revolución). Esto sólo ha llevado a derrotas y traiciones.

    Desde [Nye] Bevan, hasta [Tony] Benn y Corbyn, el programa burgués de la izquierda laborista de administrar el estado capitalista británico necesariamente conduce a la traición de los intereses de la clase obrera: ésta es la lección central de la dirección de Corbyn. Contra los reformistas, que impulsan ilusiones en la izquierda laborista, los revolucionarios deben hacer que la clase obrera rompa con el Partido Laborista (de izquierda y de derecha) sobre la base de un programa revolucionario para construir un partido leninista de vanguardia.

III. Partido leninista de vanguardia vs. “iglesia amplia” corbynista

Después del resultado catastrófico de Corbyn en las elecciones de 2019, Sir Keir Starmer tomó las riendas del Partido Laborista. En medio de la campaña de Starmer por romper con el legado de su predecesor, el pantano laborista de izquierda está hundido en una introspección impotente sobre “qué fue lo que falló”. Al poner sus esperanzas en una versión más radical del corbynismo, en la construcción de un nuevo partido laborista reformista de masas o en los burócratas de retórica izquierdista y la combatividad sindical, no hacen más que reciclar los agotados mitos laboristas. Sólo el leninismo puede proporcionar una vía hacia delante para los obreros y los jóvenes decepcionados y desilusionados por Corbyn. La crisis social actual, desencadenada por la pandemia, y la sumisión absoluta del Partido Laborista, de las direcciones sindicales y de la izquierda reformista ante los ataques de los capitalistas, hacen todavía más candente la tarea de llevar adelante un programa revolucionario para las Islas Británicas. Pero para hacerlo, la SL/B debe repudiar su capitulación al Partido Laborista.

La SL/B rechazó su tarea estratégica

La elección en 2015 de Corbyn como dirigente del Partido Laborista marcó un giro pronunciado hacia la izquierda tras décadas de dominio blairista del partido y representó un cambio importante en el terreno político en Gran Bretaña. Durante sus casi cinco años a la cabeza del Partido Laborista, Corbyn prestó servicios invaluables a la clase dominante británica. Traicionó a la clase obrera al hacer campaña contra el Brexit y canalizó con éxito el enorme descontento social, causado por décadas de ataques, apartándolo de la lucha de clases y hacia el callejón sin salida del electoralismo. Su dirección se caracterizó por la conciliación continua a los blairistas (a pesar de los complots interminables de éstos para derrocarlo) y por el repudio de prácticamente todas las posiciones que lo hicieron popular en primer lugar.

La experiencia con Corbyn fue una oportunidad única para que los comunistas demostraran la bancarrota absoluta del laborismo de izquierda y motivaran la necesidad de un partido leninista. En vez de ello, la SL/B pasó cinco años capitulando a Corbyn. Esta conferencia repudia todos los artículos sobre Jeremy Corbyn publicados en Workers Hammer desde el No. 232 hasta el No. 246 (otoño de 2015 a primavera de 2020).

La campaña de Corbyn por la dirección en 2015 generó ilusiones masivas al repudiar el historial de austeridad y guerra imperialista de Blair. En este contexto, era completamente apropiado utilizar la táctica del apoyo crítico. Dicho esto, cualquier táctica está subordinada necesariamente a la estrategia general. En 1982, la SL/B dio apoyo crítico en retrospectiva a Tony Benn bajo la consigna: “El Partido Laborista puede traicionar sin el vínculo con la CIA”. Explicamos:

“La situación dictaba que un grupo de propaganda trotskista, que busca escindir a la base obrera del Partido Laborista de sus falsos dirigentes pro capitalistas hacia un programa revolucionario, diera apoyo crítico a Tony Benn para exacerbar y completar la escisión iniciada con la formación del SDP [partido burgués, escisión del Partido Laborista], expulsar al ala derecha vinculada a la CIA y abiertamente pro imperialista y colocar a Benn en una posición donde se pudiera exponer y combatir su política reformista de izquierda de manera más efectiva”.

—“Labour’s Cold War” (La Guerra Fría del Partido Laborista, Spartacist Britain No. 41, abril de 1982)

Mientras que en 1982 nuestra posición táctica fluía de nuestro objetivo de escindir a la base del Partido Laborista de su dirección mediante un programa revolucionario, la intervención de la SL/B respecto a Corbyn tenía como premisa el rechazo explícito de esta tarea.

La Conferencia Nacional de mayo de 2015 de la SL/B, que se llevó a cabo algunos meses antes de que Corbyn se postulara para la dirigencia, no llegó a caracterizar al Partido Laborista como un partido burgués gracias a la intervención de la Internacional. Sin embargo, sí codificó un cambio programático respecto al Partido Laborista. El documento de conferencia afirmó: “Desde que se aprobó esta moción [una moción de 2002 que caracterizaba al blairismo], nuestra propaganda dejó de llamar por escindir a las bases de la dirección del Partido Laborista —lo que había sido anteriormente estratégico para nuestra perspectiva de construir un partido obrero revolucionario en Gran Bretaña—” (publicado en WH No. 231, verano de 2015, énfasis añadido).

Al afirmar que escindir a la base de la dirección fue “anteriormente” estratégico, la SL/B abiertamente rechazó el único camino para construir un partido obrero revolucionario en Gran Bretaña. Esta conferencia repudia esa declaración y reafirma que el Partido Laborista es un partido obrero burgués y que para construir un partido revolucionario en Gran Bretaña es estratégico escindir a la base obrera de su dirección pro capitalista sobre la base de un programa revolucionario, como fue codificado en “Revolutionaries and the Labour Party” (Los revolucionarios y el Partido Laborista, Spartacist [Edición en inglés] No. 33, primavera de 1982).

Con la llegada de Corbyn a mediados de 2015, las “tácticas” de la SL/B y su llamado a “echar al ala blairista” no tenían como propósito exacerbar las contradicciones dentro del Partido Laborista con el fin de escindirlo sobre líneas de clase. La perspectiva estratégica se convirtió en “revivir” al Partido Laborista como un partido obrero burgués. Lo anterior fue explícito en nuestras repetidas declaraciones de que echar a los blairistas sería comparable a la creación del Partido Laborista en el siglo XX. Las afirmaciones de que “una ruptura con el ala derecha constituiría un paso adelante hacia la independencia política de la clase obrera” y que “el cisma dentro del Partido Laborista refleja las dos clases opuestas en la sociedad burguesa” se convirtieron en nuestros mantras (ver todos los números de WH de 2015-2017, empezando con el No. 232). En otras palabras, el sacar a los blairistas significaría un paso adelante para que el proletariado deje de estar políticamente subordinado a la burguesía.

Esto presenta a Corbyn como si tuviera un auténtico programa obrero, rechazando el entendimiento leninista de que el programa de ambas alas del Partido Laborista es burgués. Lejos de mantener en todo momento “la estricta independencia programática respecto a todas las alas de la burocracia laborista” (“Revolutionaries and the Labour Party”), la SL/B apoyó políticamente el programa de un ala contra la otra.

La razón que dio la SL/B para apoyar a Corbyn esencialmente fue que los blairistas eran cualitativamente distintos a anteriores fracciones derechistas dentro del Partido Laborista. La SL/B presentaba a los blairistas como si ya no tuvieran la contradicción de tener un programa burgués y un lazo orgánico con la clase obrera, sino más bien como si tuvieran un carácter de clase puramente burgués, a pesar de seguir estando dentro del Partido Laborista. Esto es simplemente falso; Blair no fue el primer dirigente laborista en querer separarse de la base obrera del partido (lo cual es distinto de poder hacerlo). El programa burgués liberal del Partido Laborista significa que la dirigencia constantemente entra en conflicto con su base obrera, la cual constituye a la vez la fuente de su poder y un grillete que los limita para alcanzar sus ambiciones burguesas.

Ante todo, esta caracterización del blairismo fue una justificación teórica para formar un bloque permanente con el ala izquierda del laborismo contra el ala derecha. Es un ejemplo clásico del programa reformista de “hacer que la izquierda luche” y es una ruptura en la continuidad programática de la SL/B. El documento de fundación de la SL/B de 1978, “In defence of the revolutionary programme”, es una polémica frontal contra la aproximación de la SL/B a Corbyn:

“La estrategia central de la dirección [de la Workers Socialist League]1 en relación a la actual dirigencia de la clase obrera se resume con la frase: ‘Hacer que la izquierda luche’. La consigna se deriva de la concepción sin fundamento de que el Partido Laborista consiste en dos alas muy distintas, la izquierda y la derecha, que la dirección percibe como si de alguna manera representaran al proletariado y la burguesía respectivamente. Ésta es la razón del apoyo ‘crítico’ que se le da a los ‘de izquierda’. En vez de ofrecer una alternativa a las traiciones de la derecha, la consigna de ‘Hacer que la izquierda luche’ sólo sirve para darle nuestra autoridad a las credenciales ‘izquierdistas’ de los cretinos parlamentarios totalmente podridos y contrarrevolucionarios del grupo Tribune y, por ende, para atar el desarrollo político de la clase obrera a un ala de la socialdemocracia”.

Spartacist Britain No. 1 (abril de 1978)

El apoyo por parte de la SL/B a Corbyn durante la segunda contienda por la dirigencia, después de que éste hiciera campaña por permanecer dentro de la UE, claramente demuestra el bloque permanente que la SL/B tenía con él (ver “Let Jeremy Corbyn run the Labour Party” [Dejen que Jeremy Corbyn dirija el Partido Laborista], WH No. 236, otoño de 2016). Corbyn traicionó a la clase obrera en la cuestión política decisiva de la época, pero para la SL/B el apoyo a Cor-byn contra los blairistas estaba por encima de su oposición “principista” al imperialismo. Esto fue una capitulación total.

Una característica inherente del laborismo es que el ala izquierda concilia al ala derecha, y es perfectamente apropiado exhibir al ala izquierda cuando escoge la unidad sobre sus “principios”. El punto de que los revolucionarios levanten llamados como “echar a los blairistas” y “echar a la quinta columna del SDP” (Spartacist Britain No. 52, septiembre de 1983) es demostrar de manera concreta cómo el programa de los laboristas de izquierda necesariamente lleva a la conciliación y la capitulación. Nuestra meta es desenmascarar a los laboristas de izquierda, no presionarlos a tener mejores políticas (“hacer que la izquierda luche”). En 1982-1983 queríamos “llevar a los laboristas ‘de izquierda’ de Benn/Meacher al poder, ¡donde pueden ser expuestos de mejor manera ante los obreros!” (Spartacist Britain No. 52, énfasis añadido).

Es esencial también ser claros en todo momento que nuestra meta es un partido leninista con un programa revolucionario, no un Partido Laborista sin ala derecha. Durante los años 80, la SL/B fue muy clara en que la escisión con Denis Healey y cía. “no sería nuestra escisión; un Partido Laborista despojado de los Denis Healeys no sería nuestro partido; pero sería bueno para la clase obrera si el ala derecha dura, amante de la OTAN/CIA, fuera echada del movimiento obrero” (Spartacist Britain No. 52). Pero, respecto a Corbyn, la SL/B, igual que el resto de la izquierda, presentó la escisión con los blairistas como la meta máxima.

Así, la SL/B estaba desechando la concepción leninista del partido de vanguardia. Esto está claramente demostrado en la manera en que la SL/B contrapuso el partido de “iglesia amplia” de Corbyn al tipo de partido por el que luchamos. La única objeción planteada a la “iglesia amplia” es que significa una conciliación con los blairistas y elementos atrasados: “En términos contemporáneos, el reconstituir la ‘iglesia amplia’ significa que los partidarios de Corbyn coexistirán codo a codo con los blairistas, incluyendo a Tony Blair mismo, quien es considerado por muchos un criminal de guerra respecto a Irak” (“Corbyn landslide, Blairite backlash” [Avalancha corbynista, reacción blairista], WH No. 232, otoño de 2015). En los hechos, la SL/B transformó la oposición leninista al partido de toda la clase en otra versión de “hacer que la izquierda luche”.

La razón por la cual los leninistas se oponen a la “iglesia amplia” (o partido de toda la clase) es que el ala revolucionaria se subordina al ala reformista, no porque la socialdemocracia de izquierda sea obstaculizada por la socialdemocracia de derecha. Por ende, para los leninistas, luchar contra la “iglesia amplia” del laborismo no significa luchar contra la conciliación de Corbyn a los blairistas. Significa luchar en contra de que los aspirantes a revolucionarios (por ejemplo, la SL/B) prediquen la unidad con Corbyn.

La ruptura de Lenin con la concepción del “partido de toda la clase” surgió de su entendimiento de que la tendencia oportunista dentro de la II Internacional antes de la Primera Guerra Mundial, así como los socialchovinistas durante la guerra, tenía una base material dentro del “reducido grupo de la burocracia obrera, la aristocracia obrera y los compañeros de viaje pequeñoburgueses” que recibían “algunas migajas” de los imperialistas. De esto Lenin llegó a la conclusión de que “es absurdo seguir considerando el oportunismo como un fenómeno interno del partido”, y que:

“La unidad con los socialchovinistas es la unidad con la ‘propia’ burguesía nacional, que explota a otras naciones; es la escisión del proletariado internacional. Esto no significa que sea posible en todas partes una ruptura inmediata con los oportunistas; sólo significa que esta ruptura ya se impone en el plano histórico, que es necesaria e inevitable para la lucha revolucionaria del proletariado; que la historia, al pasar del capitalismo ‘pacifico’ al capitalismo imperialista, preparó esta ruptura”.

El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional (enero de 1916)

Corbyn es un reformista parlamentario tradicional y se encuentra completamente dentro de la tradición del ala oportunista de la II Internacional. La lección fundamental del leninismo sobre la cuestión del partido es que el ala revolucionaria del movimiento obrero debe romper con el ala oportunista como precondición a una revolución exitosa. Esto significa luchar por escindir al Partido Laborista sobre las líneas de reforma contra revolución, y no sobre la de derecha contra izquierda, de Blair contra Corbyn, o de retrógrada contra progresista, como ha sido argumentado en artículos recientes de Workers Hammer.

Durante la década de los 80, la meta de las tácticas de la SL/B era ganar a la base del Partido Laborista al programa del trotskismo en contra del bennismo. Nuestras tácticas sirvieron para ilustrar que el programa de Benn era totalmente incapaz de abordar cualquiera de las cuestiones fundamentales que confronta el movimiento obrero y que lo que era necesario era un partido revolucionario con un programa revolucionario. El rechazo de la SL/B de la lucha por un partido leninista durante el periodo de Corbyn necesariamente vino de la mano con el rechazo de un programa marxista sobre cada cuestión fundamental para la revolución en este país (el imperialismo, el estado, la cuestión nacional, la opresión de las minorías, etc.).

Las “críticas” de la SL/B a Corbyn sobre estas cuestiones fundamentales se encontraban completamente subordinadas a la meta estratégica de apoyarlo. Bajo esta cobertura, la mayoría de las “críticas” son simplemente laboristas de izquierda; los pocos puntos hechos que eran más o menos “ortodoxos” son totalmente irrelevantes dada la línea política de los artículos. Para poder romper por completo con el corbynismo se requiere reafirmar cada uno de los postulados clave de nuestro programa en Gran Bretaña, lo cual comienza a hacer este documento. También es necesario, pero más allá de nuestras capacidades actuales para esta conferencia, reafirmar el programa marxista contra la opresión nacional, además de nuestro programa contra la opresión racial y de los inmigrantes en Gran Bretaña.

El encubrimiento de 2017

Al momento de la lucha internacional de 2017 [ver Spartacist No. 40, septiembre de 2017], la SL/B había llegado a tal punto en su curso de liquidación política y organizativa que limitaba sus actividades (ventas, polémicas, campaña de suscripciones) porque la dirección consideraba que serían dañinas para Corbyn. Básicamente, se trataba a nuestra existencia misma como un obstáculo para la lucha de clases (con la cual la campaña de Corbyn era equiparada). Aunque la lucha de 2017 en la SL/B restringió el curso liquidacionista y corrigió algunas capitulaciones particularmente atroces, su premisa continuó siendo la defensa del contenido programático esencial de nuestra orientación revisionista a Corbyn. La carta del 8 de enero de 2017 de un miembro del Comité Ejecutivo Internacional, que orientó la lucha, empieza afirmando: “En mi opinión, la SL/B en general había estado haciendo un buen trabajo al lidiar con Corbyn y con la UE/Brexit”.

La moción del CC de la SL/B de enero de 2017 encubre por completo la campaña oportunista de la sección respecto a Corbyn, afirmando que estaba “fundamentada en mantener la independencia política respecto al Partido Laborista de Corbyn y había ofrecido una contraposición programática a su política laborista de izquierda”. Continuaba diciendo que la dirección perdió de vista nuestro propósito último, el cual no es un Partido Laborista corbynista, sino voltear a la base contra la dirigencia para forjar un partido revolucionario de vanguardia (leninista)” [énfasis añadido]. Para empezar, la dirección no “perdió de vista” su propósito, sino que lo rechazó desde el inicio. Además, la reafirmación “ortodoxa” de nuestro programa en la moción fue un encubrimiento centrista basado en la defensa del bloque político totalmente oportunista con Corbyn contra los blairistas.

El artículo “Shame on Corbyn for supporting the EU” (Corbyn debería tener vergüenza por apoyar a la UE, WH No. 238, primavera de 2017), publicado después de la lucha, sólo corrigió la afirmación en WH No. 236 de que existía una diferencia de clase entre Corbyn y Owen Smith sobre la UE y que WH No. 237 (invierno de 2016-2017) escondió el apoyo de Corbyn por “permanecer” en la UE. Sin embargo, explícitamente sostuvo todo el marco revisionista de los artículos anteriores, reafirmando que el echar a los blairistas “constituiría un paso adelante hacia la independencia política de la clase obrera”.

En el otoño de 2017, hubo otra discusión sobre el Partido Laborista. La serie de mociones aprobadas en la reunión del CC de la SL/B de diciembre de 2017 afirma que el Partido Laborista es un partido obrero burgués, que ya no se encontraba moribundo, y reafirmó que “nuestra perspectiva estratégica es hacer que la base obrera del Partido Laborista rompa con la dirigencia del partido y ganarla a un programa marxista revolucionario y construir un partido leninista en contraposición al Partido Laborista”. Ésta es una declaración perfectamente correcta, que resultó en que la SL/B mencionara, por lo menos un par de veces durante los últimos cinco años, que lucha por escindir a la base del Partido Laborista de la dirigencia. Pero el reafirmar estas posiciones correctas mientras se defendía el bloque político de la SL/B con Corbyn contra la derecha, su apoyo antiprincipista a éste durante la segunda elección a la dirigencia, su revisionismo sobre la “iglesia amplia”, etc., fue una vez más un encubrimiento centrista.

Los artículos que se acercan más a una evaluación del corbynismo son los dos artículos de WH No. 246 (primavera de 2020), “For a multiethnic revolutionary workers party!” [¡Por un partido obrero revolucionario multiétnico!] y “Election 2019: no choice for workers” [Elecciones 2019: no hay opción para los obreros]. El argumento central de estos artículos es que Corbyn tenía un programa obrero genuino que subsecuentemente traicionó. Esto es explícito en WH No. 246, el cual señaló que el unionismo de Corbyn y su campaña por el voto de “permanecer” en la UE “dejó a casi 40 por ciento del electorado escocés que votó por salir sin ninguna representación política obrera y fue un regalo para el SNP [Partido Nacional Escocés]” [énfasis añadido]. Según esta afirmación, el Partido Laborista representaría los intereses de la clase obrera si Corbyn hubiera conservado su oposición de “pequeña Inglaterra” a la UE y tuviera una posición menos chovinista respecto a Escocia. Esto es nuevamente un rechazo del entendimiento leninista de que todas las alas del Partido Laborista tienen un programa completamente burgués.

En la medida que estos artículos dan una explicación de por qué Corbyn “traicionó”, es el argumento circular de que “la lealtad de Corbyn a la UE se halla en la larga tradición de las traiciones del Partido Laborista”. Un hilo conductor en WH No. 246 es que el Partido Laborista es chovinista, pro imperialista y siempre traiciona. Si bien esto no es erróneo en sí mismo, es una explicación totalmente estéril. No explica por qué el Partido Laborista siempre traiciona, ni por qué a veces parece tener posiciones radicales.

La conclusión principal que el lector extrae de este número del periódico es que el programa de Corbyn era inicialmente bueno pero que el Partido Laborista no era el vehículo correcto para implementarlo, o que Corbyn personalmente se doblegó demasiado ante los blairistas. La otra conclusión es que lo que se necesita es combatividad sindical. Todas están enteramente en el marco de “hacer que la izquierda luche” y son compatibles con las lecciones extraídas por el resto de la izquierda sobre la era de Corbyn. Ellos le echan la culpa del fracaso de Corbyn a todo menos a lo que realmente importa: el programa de Corbyn.

Es el programa reformista de Corbyn el que pavimentó el camino para sus capitulaciones. En lugar de exhibir esto, los artículos adoptan su oposición reformista a la UE, basada en que es “neoliberal” y un obstáculo para que el imperialismo británico implemente políticas socialdemócratas [ver “La oposición laborista de la SL/B a la UE”, pág. 48]. Del mismo modo, los artículos presentan el unionismo de Cor-byn como un producto de los prejuicios atrasados del Partido Laborista en vez de dejar claro que el chovinismo del Partido Laborista respecto a Escocia proviene de la defensa del capitalismo británico por los dirigentes laboristas, de la cual un componente central es mantener la opresión nacional dentro del reaccionario Reino Unido. Todo el marco de estos artículos no es qué programa necesita la clase obrera para su emancipación, sino qué programa necesita el Partido Laborista para ganar elecciones.

[...]

IV. ¡Por una oposición revolucionaria al imperialismo británico!

Al menos desde la elección de Corbyn como dirigente del Partido Laborista, la SL/B ha adoptado consistentemente el programa pacifista liberal de Corbyn para el imperialismo británico, así como un marco laborista para la UE, promoviendo una política alternativa para el imperialismo británico. Como parte del rearme de la SL/B, necesitamos repudiar estas capitulaciones e impulsar una oposición proletaria, revolucionaria e internacionalista al imperialismo en clara contraposición al laborismo de la “pequeña Inglaterra”.

Adoptando el pacifismo laborista de Corbyn

Empezando con el No. 232, Workers Hammer de manera consistente presentó la oposición de Corbyn a la OTAN, al programa [de armas nucleares] Trident y a las intervenciones militares británicas y estadounidenses como si fueran posiciones principistas contra el imperialismo en vez de lo que en realidad son: pacifismo laborista que promueve una política alternativa de gestión del imperialismo británico. Los artículos de WH alababan acríticamente a Corbyn por su “historial de oposición a la alianza militar de la OTAN liderada por EE.UU.” (WH No. 232), por “no estar convencido de que las campañas de bombardeo resuelvan algo en realidad” (WH No. 233, invierno de 2015-2016) y por no desear “hacer la guerra” (WH No. 236). En vez de cumplir con la tarea revolucionaria elemental de exhibir el programa de Corbyn como totalmente utópico y reaccionario —lo cual es crucial durante una campaña de apoyo crítico— la SL/B destripó el marxismo para promover el corbynismo.

Cuando WH criticó la política exterior de Corbyn, frecuentemente repitió que Corbyn quería que el imperialismo británico adoptara una “estrategia más ‘racional’”. Pero WH jamás explicó qué está mal con querer una “estrategia más racional” para el imperialismo británico. En otras ocasiones, WH hizo críticas pacifistas contra Corbyn. En “Banana Monarchy” (Monarquía bananera, WH No. 234, primavera de 2016), se critica su plan de deshacerse del programa Trident y mantener a los submarinos sin ojivas nucleares, señalando que “la clase obrera no tiene interés en mantener la capacidad militar de la Gran Bretaña capitalista o su ejército”, es decir, la política de desarme de Corbyn simplemente no va lo suficientemente lejos y debería de extenderse a todas las fuerzas armadas.

Tales capitulaciones se encuentran en profunda contradicción con la poderosa exposición por parte de la SL/B de la política exterior de los laboristas de izquierda durante las décadas de los 70 y los 80. En ese entonces dijimos que:

“Una ‘política de defensa no nuclear’ sigue siendo una política para defender al imperialismo británico, como [Michael] Meacher lo ha dejado muy claro. Nuestras consignas deben ser: ¡El enemigo principal está en casa: la clase capitalista británica! ¡Ni un centavo, ni un hombre para el ejército de la patronal! ¡Abajo la OTAN y su adjunto económico, la CEE! ¡Defender a la Unión Soviética contra la campaña de guerra imperialista!”.

—“Drive Out the SDP Fifth Column!” (¡Echar al SDP quintacolumnista!, Spartacist Britain No. 52)

Durante este periodo, la SL/B exhibió la política exterior de la izquierda laborista como pro imperialista, anticomunista, y completamente contrapuesta a los intereses de la clase obrera. El punto elemental de que la política “no nuclear” de Corbyn era una política pro imperialista nunca fue mencionado en las páginas de WH. Por el contrario, las “críticas” superficiales y frecuentemente veladas a la política exterior de Corbyn sirvieron como cobertura de izquierda a las ilusiones centrales que él y sus partidarios laboristas promovían: que el imperialismo británico puede actuar como una fuerza pacífica en el mundo, y que la rapiña económica y las guerras son políticas blairistas y tories que pueden cambiarse si Corbyn residiera en el Número 10 [de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro].

El imperialismo no es una política. Es la etapa superior del capitalismo definida por la dominación de los monopolios y el capital financiero, por la centralidad de la exportación de capital, y en la que la división del mundo entre los monopolios y un puñado de potencias capitalistas se ha completado. En busca de nuevas inversiones, nuevos mercados y nuevas fuentes de materias primas, así como de asegurar y defender las ya existentes, el capital financiero británico —la City of London, los bancos, los trusts y los monopolios— entra en lucha contra otros grupos de financieros de otros estados nacionales por la redivisión del mundo. Esta lucha alterna entre formas “pacíficas” y no pacíficas. Bajo el imperialismo, el gobierno es el comité ejecutivo del capital financiero y el estado es su puño armado. Por lo tanto, el imperialismo británico no puede ser administrado de forma progresista o pacífica y no puede ser nada más que una fuerza de reacción, pillaje, asfixia económica y guerras imperialistas.

La política “pacífica” y unilateral de Corbyn y los laboristas de izquierda está enraizada en la tradición del socialismo de la “pequeña Inglaterra”, cuya preocupación por la Gran Bretaña capitalista es que debería desempeñar un papel más independiente internacionalmente y que algo del gasto en ojivas nucleares debería ir en cambio a servicios sociales, es decir, un programa alternativo para administrar el capitalismo británico y su presupuesto de defensa. Esto engaña a los obreros con la idea de que las guerras pueden ser eliminadas a través de políticas diferentes y que Gran Bretaña puede desempeñar un papel pacífico mediante las misiones de la ONU o la “ayuda” a países más pobres, lo cual sólo busca dar una cobertura “humanitaria” al saqueo del capital financiero británico. La política exterior de los laboristas de izquierda es simplemente la continuación en el extranjero de su programa interior de “socialismo parlamentario”, basado en la ilusión de que se puede tomar control del estado capitalista y ponerlo al servicio de los obreros y los oprimidos. Lenin explicó en El socialismo y la guerra (1915):

“La aspiración de las masas a la paz denota a menudo un comienzo de protesta, de indignación, de comprensión del carácter reaccionario de la guerra. Aprovechar tal estado de espíritu es un deber de todos los socialdemócratas [como los marxistas se hacían llamar entonces]. Éstos participarán de la manera más activa en toda manifestación y movimiento de masas en dicho sentido, pero, al mismo tiempo, los socialdemócratas no engañarán al pueblo, dejando que piense que, sin movimiento revolucionario, se puede tener una paz sin anexiones, sin opresión de naciones, sin bandidaje, una paz que no lleve en su seno los gérmenes de guerras futuras entre los actuales gobiernos y clases dominantes. Este engaño al pueblo únicamente favorecería a la diplomacia secreta de los gobiernos beligerantes y a sus planes contrarrevolucionarios. Todos los que desean verdaderamente una paz duradera y democrática deben manifestarse en pro de la guerra civil contra los gobiernos y contra la burguesía”.

Los deseos piadosos de Corbyn y los pacifistas laboristas de izquierda de una política exterior de no agresión sirven de cobertura para la expoliación y el pillaje económico de miles de millones de personas, la realidad cotidiana del imperialismo en tiempo de “paz”. Las burguesías imperialistas necesitan los ejércitos de sus estados nacionales capitalistas para asegurar sus intereses en casa y en el extranjero. Hablar de paz duradera y desarme sin una serie de revoluciones socialistas victoriosas en los centros imperialistas no es sino una mentira para engañar a los obreros y los oprimidos. La promoción de los pacifistas laboristas de desarme y su condena al militarismo, la violencia y las armas nucleares equivalen necesariamente a una defensa del status quo imperialista. Contra tal engaño burgués, Trotsky escribió en el Programa de Transición (1938):

“¿‘Desarme’? Pero toda la cuestión del desarme consiste en saber quién desarmará y quién será desarmado. El único desarme que puede prevenir o detener la guerra es el desarme de la burguesía por los obreros. Pero para desarmar a la burguesía, es necesario que los obreros, ellos mismos, se armen”.

El pacifismo dirige su fuego no tanto hacia el aparato armado del estado capitalista como hacia las masas trabajadoras; es la violencia de los oprimidos contra sus opresores lo que injurian los pacifistas. Nunca tomarán partido por la derrota de su “propio” gobierno imperialista en los conflictos armados. Predicar la nocividad de las armas y de la violencia a quienes están desarmados y son víctimas de la violencia de la burguesía es completamente reaccionario desde el punto de vista de la clase obrera. Gracias al pacifismo de [George] Lansbury, Bevan, [Michael] Foot, Benn, Corbyn y cía., Gran Bretaña tiene uno de los ejércitos más poderosos sobre la faz de la Tierra y algunas de las leyes de control de armas más estrictas del mundo.

Deshacerse del programa Trident u optar por salir de la OTAN son posibilidades que la burguesía imperialista británica se niega incluso a discutir. Como potencia imperialista en decadencia, el imperialismo británico no ha tenido otra opción desde el final de la Segunda Guerra Mundial que depender de su alianza con Estados Unidos para mantener su estatus, apoyando así la mayoría de las intervenciones militares estadounidenses en el exterior. Cualquier primer ministro que implemente políticas que pongan en peligro las inversiones británicas en el extranjero, su fuerza de disuasión nuclear o su alineación con EE.UU. y la OTAN, muy probablemente sería derrocado por medios parlamentarios o extraparlamentarios. Incluso el tímido programa de Corbyn para deshacerse de Trident y cuestionar el compromiso de Gran Bretaña con la OTAN se encontró con la abierta amenaza de destitución por parte de los principales generales de las fuerzas armadas británicas. Si bien era necesario defender a Corbyn contra tales amenazas, WH lo hizo esencialmente respaldando la política de Corbyn.

La oposición laborista de la SL/B a la UE

Hasta la pandemia, la cuestión del Brexit había dominado la política británica durante años. La posición de la SL/B de votar por “salir” en el referéndum del Brexit de 2016 fue absolutamente correcta como expresión concreta de nuestra oposición a la UE y la única posición principista para los revolucionarios. Dicho esto, los argumentos utilizados por la SL/B para apoyar la salida y oponerse a la UE no se basaron en una oposición marxista al imperialismo y a todas las alianzas imperialistas. En cambio, la SL/B se opuso a la UE sobre una base laborista de la “pequeña Inglaterra”, es decir, una oposición a la UE basada en sus políticas antiobreras particulares y la promoción de una estrategia alternativa para el imperialismo británico.

Hace más de cien años, Lenin definió la base marxista sobre la que debemos oponernos a la UE:

“Desde luego, son posibles acuerdos temporales entre los capitalistas y entre las potencias. En este sentido son también posibles los Estados Unidos de Europa, como un acuerdo de los capitalistas europeos... ¿Sobre qué? Sólo sobre el modo de aplastar juntos el socialismo en Europa, de defender juntos las colonias robadas contra el Japón y Norteamérica”.

—“La consigna de los Estados Unidos de Europa” (agosto de 1915)

El principio básico de Lenin aquí es el que WH desapareció y rechazó: nos oponemos a la UE porque nos oponemos al imperialismo. Si bien es sin duda correcto señalar el saqueo del proletariado europeo por parte de la UE, el principio definitorio para los comunistas —por qué decimos oponernos a la UE “por principio”— no se basa en las políticas particulares de la UE, sino en el hecho de que la UE es una alianza de imperialistas y sus víctimas y, para los comunistas, la oposición a todas las alianzas imperialistas es una cuestión de principios. Las coaliciones de potencias imperialistas no son más que treguas entre guerras. Las alianzas imperialistas “pacíficas” surgen de las guerras y preparan otras nuevas. La declaración elemental de que nos oponemos a la UE porque nos oponemos al imperialismo británico y todas sus alianzas nunca apareció en los números recientes de WH.

La SL/B frecuentemente declaró que se oponía a la UE “por principio”, pero el “principio” invocado fue básicamente que los “compromisos fundacionales” de la UE y sus políticas desde su inicio han sido antiobreros. WH explicó que la UE es un “enemigo de los obreros e inmigrantes”, que “estrangula a Grecia” y que su “libertad de tránsito” es una mentira (WH No. 243, otoño de 2018); que “ataca los empleos, los salarios y las condiciones de los obreros en toda Europa” (WH No. 244, invierno de 2018-2019); que fue “fundada sobre compromisos para privatizar las industrias nacionalizadas y para reducir el gasto gubernamental en servicios sociales” (WH No. 246). Si bien todo esto es cierto, no es una oposición revolucionaria por principio al imperialismo. Esto no nos distingue de la izquierda laborista, la cual quizás se oponga a la UE con base en sus políticas antiobreras pero no se opone por principio a las alianzas imperialistas.

La manera en que la SL/B ha abordado la cuestión de la UE contrasta tajantemente con los artículos fundacionales de nuestro movimiento como “Labor and the Common Market” (La clase obrera y el Mercado Común, Workers Vanguard No. 15, enero de 1973) y “Britain and the Common Market” (Gran Bretaña y el Mercado Común, Workers Vanguard No. 71, 20 de junio de 1975). Ambos artículos fueron escritos para contraponer una oposición leninista a la CEE (la predecesora de la UE) y todas las potencias y las alianzas imperialistas a la oposición reformista en bancarrota a la CEE. “Britain and the Common Market” comienza con lo que parece una polémica contra los números recientes de WH:

“Es importante que los revolucionarios se opongan a la membresía británica en el Mercado Común, pero no menos vital que lo hagan por las razones correctas. No basta con condenar la oposición chovinista a ‘Europa’, y es necesario ir más allá del argumento de la izquierda laborista basado en las desventajas económicas inmediatas para los obreros británicos. Para los comunistas, la oposición al Mercado Común es una cuestión de principios, no condicional o empírica. No estamos menos opuestos a la membresía de Alemania o Francia que a la de Gran Bretaña” (énfasis añadido).

Nuestros artículos recientes condenaron la oposición chovinista a la UE y se opusieron a la UE por sus desventajas económicas inmediatas para los obreros británicos. Pero precisamente lo que WH no ha estado haciendo es ir más allá de esto y presentar una oposición principista a todas las alianzas imperialistas.

Un claro ejemplo de esto se ve en el hecho de que durante los años del Brexit, WH nunca relacionó la oposición a la UE con la oposición a la OTAN. Un eje clave de nuestra polémica contra los laboristas de izquierda y la burocracia sindical en los años 70 fue precisamente su negativa a hacerlo. Entonces y ahora, la campaña de la izquierda laborista contra la membresía de Gran Bretaña en el Mercado Común se basó en aceptar el marco de los cárteles imperialistas diseñados por Estados Unidos, ya sea en su negativa a oponerse a la OTAN o en su promoción de alianzas imperialistas “progresistas” alternativas como una “Europa social”. En “Britain and the Common Market” señalamos:

“Una campaña genuinamente revolucionaria contra el Mercado debe vincular agresivamente la oposición a la CEE y todas las demás alianzas imperialistas y exponer el reformismo impotente de la izquierda laborista: ‘¡Fuera del Mercado Común, fuera de la OTAN! ¡Expropiar a la burguesía, por un gobierno obrero!”. 

En cambio, números recientes de WH centraron su fuego únicamente en la UE y sus políticas reaccionarias, mientras desaparecían la cuestión de la oposición a todas las alianzas imperialistas y la oposición al imperialismo británico.

Una base no leninista para oponerse a la UE no es simplemente un problema de “formulaciones incorrectas”. Significa adaptarse al laborismo y ocultar la línea de clase entre una oposición revolucionaria al imperialismo y promover una política alternativa para el imperialismo británico. Esta adaptación se ve claramente en el apoyo “crítico” de la SL/B a Corbyn en la segunda elección a la dirigencia del Partido Laborista, justo después de que él hiciera campaña a favor del cártel imperialista de la UE. En ese momento, WH llegó a afirmar que luchar contra el imperialismo requería apoyar a Corbyn para derrotar a los “belicistas halcones blairistas en las próximas elecciones a la dirigencia” (WH No. 236).

La adaptación al laborismo también se ve claramente en la manera en que WH abordó la añeja oposición de la izquierda laborista a la UE. Si bien WH criticó a Corbyn por hacer campaña a favor de “permanecer”, se refirió frecuente y acríticamente a “su oposición de toda la vida al proyecto de la UE” (WH No. 244). Los números recientes de WH no explicaron ni una sola vez que la oposición de la izquierda laborista a la UE siempre ha sido reformista, es decir, basada en el nacionalismo y la oposición al Mercado Común que limita la intervención estatal y las políticas sociales. WH nunca expuso que al centro de la hostilidad de la “pequeña Inglaterra” hacia la UE siempre ha estado la idea colaboracionista de clases de que si el imperialismo británico sigue un camino fuera del Mercado Común, los obreros británicos estarían mejor.

Otro aspecto de la oposición de la izquierda laborista a la UE que nunca fue expuesto en las páginas de WH es su naturaleza coyuntural. Para los diputados sin cargo en el gobierno, o cuando los laboristas están en la oposición, siempre ha sido bastante barato oponerse a la UE. Sin embargo, es otra cosa hacerlo como jefe del Partido Laborista que busca administrar el imperialismo británico, es decir, cuando implica concretamente responsabilidad. Corbyn repudió su “oposición de toda la vida” a la UE tan pronto como se convirtió en el dirigente del Partido Laborista, ya que eso representaba una “línea roja” para los blairistas que no podía cruzar sin provocar una escisión. Esto no es nada nuevo para la cúpula laborista: Harold Wilson, dirigente laborista en los años 60 y 70, literalmente cambió de posición “a favor” y “en contra” de la CEE tres veces, dependiendo de si estaba en el poder o en la oposición.

Mientras capitulaba a la oposición laborista a la UE, WH también se adaptó a la presión liberal pro UE mediante el uso repetido de la consigna: “¡Por una Europa obrera!”. Este llamado lo utiliza todo tipo de reformistas, estén en contra o a favor de la UE, como la Alliance for Workers’ Liberty [AWL, Alianza por la Libertad de los Trabajadores] o No2EU. En el entendimiento popular, no hay diferencia entre estar a favor de una “Europa social” y una “Europa obrera”, lo que fomenta las ilusiones de que la UE podría de alguna manera reformarse en una alianza más “progresista” o que debería ser remplazada por una nueva alianza imperialista “pro obrera”. Esta conferencia rechaza la consigna “Por una Europa obrera” como una capitulación oportunista a estas ilusiones.

Esta conferencia adopta el llamado histórico de la Comintern revolucionaria por los “estados unidos soviéticos de Europa”, al cual deberíamos añadir “reunidos sobre una base voluntaria”. Esta consigna, que debería ir acompañada de una clara oposición a la UE, subraya explícitamente que una unificación progresista de Europa sólo puede basarse en una sucesión de revoluciones socialistas victoriosas. Al hacer referencia explícita a los soviets, esta consigna también traza una línea contra los liberales pro UE, así como contra los laboristas anticomunistas que podrían oponerse a la UE. Esta consigna no remplaza nuestro llamado histórico “¡Por unos estados unidos socialistas de Europa, reunidos sobre una base voluntaria!”. Ambas consignas se pueden utilizar indistintamente.

Brexit: Buscando un mejor acuerdo para el imperialismo británico

El ferviente debate que bramó durante años sobre el Brexit reflejó un desacuerdo en la burguesía británica sobre cuál es el mejor camino para el futuro del imperialismo británico. Un ala de los imperialistas quería mantener la membresía en la UE, otra quería dejarla. Debido a que la SL/B no trazó una línea clara contra el imperialismo británico, contra todas sus alianzas y todas las alas de los imperialistas británicos, terminó simplemente poniéndose del lado del ala pro Brexit de la burguesía.

Lo anterior se expresó de la manera más explícita en el artículo “Brexit now!” (¡Brexit ya!, WH No. 245, verano de 2019), en el que WH equiparó oponerse al acuerdo de Brexit de los tories con oponerse al Brexit mismo. La polémica del artículo contra el Socialist Party (SP) es bastante explícita:

“El editorial de marzo de 2018 en Socialism Today insiste: ‘El movimiento obrero debe mantener una oposición de clase independiente a un Brexit tory, “suave”, “duro” o “sin acuerdo”’. Todo esto se reduce a oponerse al Brexit cuando realmente está planteado. Parafraseando a la Reina Blanca de Lewis Carroll, es Brexit mañana y Brexit ayer, pero nunca Brexit hoy”.

Ésta es una polémica desde la derecha. La posición implícita que defiende aquí WH es que los marxistas deben apoyar cualquier acuerdo de Brexit que los tories hagan en nombre del “Brexit hoy”, lo que equivale a un apoyo político a los tories.

Este apoyo a un Brexit tory “duro” contra el laborismo y sus acólitos, quienes estaban comprometidos con el “permanecer”, reflejó un cambio que se estaba produciendo en la sociedad, particularmente en la base electoral del Partido Laborista. En ausencia de un polo obrero independiente contra la UE, las elecciones de 2019 vieron a más de un millón de ex votantes laboristas (particularmente en el “muro rojo”) votar por los tories porque lo vieron como la única forma de salir de la UE.

El SP no se equivocaba al decir que los obreros deben mantener una “oposición de clase independiente a un Brexit tory, ‘suave’, ‘duro’ o ‘sin acuerdo’”. Pero abogaron por una “salida de izquierda” negociada por Corbyn, lo cual también es una traición total al proletariado. Cualquier acuerdo de Brexit, “suave” o “duro”, tory o laborista, sólo puede ser un acuerdo que refleje el equilibrio de poder entre los imperialistas, estableciendo los términos de su competición y esferas de influencia y dividiendo sus partes del botín de la explotación del proletariado en Europa y Gran Bretaña.

Desde el punto de vista de la clase obrera, apoyar cualquier acuerdo de Brexit es completamente reaccionario y pro imperialista. Es igualmente reaccionario poner condiciones a que Gran Bretaña salga inmediatamente de la UE, lo cual significa un rechazo de la oposición incondicional a las alianzas imperialistas. Contra la agenda antiobrera de los tories, contra la traición laborista y contra los falsos socialistas que promueven una política alternativa en apoyo del imperialismo británico, la contraposición obvia que los revolucionarios deberían haber hecho era presentar un programa de lucha obrera para obligar a Gran Bretaña a salir de la UE ya y utilizar la crisis del gobierno en torno al Brexit para hacer avanzar la revolución proletaria.

La capitulación de la SL/B al Brexit de los tories también muestra la lógica de abandonar una oposición revolucionaria al imperialismo. El artículo “¡Brexit now!” señala: “La prolongada crisis del gobierno tory ha creado una situación ventajosa para la lucha obrera, la cual también podría hacer que Gran Bretaña salga de la UE” [énfasis añadido]. Movilizar a los obreros en lucha contra la burguesía británica y todas sus alianzas imperialistas se presenta en WH como una hipótesis abstracta. ¡Pero ésta era la tarea candente que se le planteaba a los revolucionarios!

Deberíamos haber luchado por cancelar las deudas de los países oprimidos, revertir las privatizaciones, eliminar todas las leyes antisindicales, por pensiones buenas y suficientes a una edad decente para contrarrestar la destrucción de los planes de pensiones en toda Europa, etc. En todas estas cuestiones, la burguesía británica ha trabajado hombro con hombro con la UE. Una perspectiva así, vinculada con los llamados por un gobierno obrero y por unos estados unidos soviéticos de Europa reunidos sobre una base voluntaria, habría conectado las necesidades económicas inmediatas de los obreros, en Gran Bretaña y toda Europa, con la necesidad imperiosa de una lucha contra el imperialismo. Si bien Gran Bretaña está ahora formalmente fuera de la UE, esta perspectiva revolucionaria todavía se necesita con urgencia.

V. Un reformismo muy británico

Socialismo parlamentario

Un aspecto central de la capitulación de la SL/B a Corbyn fue la conciliación a su programa reformista de socialismo parlamentario. La principal crítica que se le hizo a Corbyn fue que “si bien las demandas planteadas por la campaña de Corbyn son apoyables, no pueden conseguirse a través del viejo parlamentarismo laborista” (WH No. 232). Esto presenta la diferencia entre reforma y revolución como una simple diferencia sobre los medios para lograr el mismo objetivo. Workers Hammer nunca dejó en claro que el programa de Corbyn no era simplemente desacertado o incorrecto, sino que era un programa pro capitalista que sirve para engañar a la clase obrera y mantener el dominio de la clase burguesa. Como explicó Rosa Luxemburg:

“Quienes se pronuncian a favor del método de la reforma legislativa en lugar de la conquista del poder político y la revolución social, en oposición a éstas, en realidad no optan por una vía más tranquila, calma y lenta hacia el mismo objetivo, sino por un objetivo diferente. En lugar de tomar partido por la instauración de una nueva sociedad, lo hacen por la modificación superficial de la vieja sociedad”.

Reforma o revolución (1898-1899)

La principal ilusión en Jeremy Corbyn era que si era elegido primer ministro promulgaría importantes reformas en interés de la clase obrera. La izquierda seudomarxista insistió en que, si bien la elección de Corbyn probablemente no conduciría inmediatamente al socialismo, se le podría presionar para transformar al laborismo en un “partido socialista genuino” y promulgar “políticas socialistas”. En contra de esto, la tarea de los revolucionarios era exponer que sin importar la presión aplicada, el programa pro capitalista de Corbyn necesariamente lo llevaría a obedecer las órdenes de los capitalistas y traicionar los intereses de la clase obrera. WH nunca mencionó este punto elemental. El objetivo de la táctica de apoyo crítico es precisamente demostrar la justeza del programa bolchevique advirtiendo en todo momento “sobre las inevitables traiciones y contraponiendo nuestro programa por el poder proletario” (“Revolutionaries and the Labour Party”). Aunque WH escribía sobre los crímenes de “todos los gobiernos laboristas anteriores”, siempre mantuvo la puerta abierta a la ilusión de que bajo Jeremy podría ser diferente.

El estado capitalista está formado por destacamentos especiales de hombres armados cuyo propósito es defender mediante la violencia el dominio de la burguesía sobre el proletariado. El estado capitalista británico —su policía, su ejército, sus cárceles y sus tribunales— sólo puede ser utilizado para defender los intereses del capital financiero británico: aumentando sus ganancias, defendiendo sus fronteras, asegurando sus intereses en el extranjero, reprimiendo huelgas y enfrentando a los oprimidos entre sí. El punto leninista que era necesario hacer contra Corbyn y sus porristas de izquierda es que no importa cuán “izquierdista” sea la plataforma electoral de un partido obrero elegido para gobernar el estado capitalista, no es un gobierno obrero. Es un partido obrero que administra la dictadura de la burguesía, que necesariamente atacará a la clase obrera y defenderá a la burguesía. WH capituló ante la política laborista del mal menor al no presentar nunca este argumento elemental, criticando en cambio al Partido Laborista por no dar suficientes reformas y porque “refrena” la lucha por tales reformas. Por lo tanto, sus afirmaciones de que dirigir el estado capitalista en interés de la clase obrera es “imposible” y una “estrategia perdedora” son una cobertura para promover la ilusión de que si el Partido Laborista dirige el estado capitalista puede ser presionado para avanzar los intereses de la clase obrera.

Las referencias de WH a Marx sobre que “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del estado tal y como está y servirse de ella para sus propios fines” (La guerra civil en Francia, 1871) son irrelevantes dado que todo el marco de la propaganda de la SL/B se basó en impulsar las ilusiones en Corbyn como el mal menor. Para los marxistas, la única razón por la que sería preferible que el estado capitalista fuera dirigido por un gobierno laborista de izquierda es porque sería una oportunidad para exponer la bancarrota del reformismo parlamentario.

La principal ilusión de la izquierda reformista británica es que es posible llegar al socialismo de manera pacífica a través del parlamento. Al inicio de la dirigencia de Corbyn, WH respondió a estas ilusiones con una crítica meramente liberal de la democracia burguesa:

“La idea de que se puede alcanzar el socialismo a través del parlamento descansa sobre la ilusión de que explotador y explotado, rico y pobre, opresor y oprimido, todos tienen un voto del mismo peso para decidir cómo se dirige la sociedad. Pero no son los trabajadores ni las minorías quienes controlan los medios masivos de comunicación, la economía o, para el caso, la policía, los tribunales y el ejército”.

—“Corbyn landslide, Blairite backlash” (WH No. 232)

Más recientemente, la propaganda de la SL/B ha encubierto este liberalismo con declaraciones sobre “romper el poder de la burguesía” y la necesidad de “arrasar con el aparato represivo del estado capitalista y establecer un estado obrero” (WH No. 246). Sin embargo, WH jamás hizo el punto marxista más básico de que la burguesía no permitirá que se le quite el poder de manera pacífica mediante las elecciones. Como explicó Trotsky: “La mayoría obrera en el parlamento puede ser destruida si la fuerza armada está en manos de la burguesía. El que no entienda esto no es un socialista sino un zoquete” (25 de diciembre de 1925). En contra del programa reformista que busca una mayoría laborista en el parlamento, los comunistas luchamos por un gobierno obrero basado en soviets, es decir, el proletariado armado organizado como clase dominante.

Desde sus expresiones más liberales hasta las más centristas, un hilo constante en toda la propaganda reciente de WH es desaparecer el hecho de que la burguesía usará la violencia para defender su dominio de clase y que la clase obrera tiene que usar la fuerza para defenderse y establecer su propio dominio. En La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918), Lenin explicó que:

“Si razonamos como marxistas, tendremos que decir: los explotadores transforman inevitablemente el estado (porque se trata de la democracia, es decir, de una de las formas de estado) en instrumento de dominio de su clase, de la clase de los explotadores, sobre los explotados. Por eso, aun el estado democrático, mientras haya explotadores que dominen sobre una mayoría de explotados, será inevitablemente una democracia para los explotadores. El estado de los explotados debe distinguirse por completo de él, debe ser la democracia para los explotados y el sometimiento de los explotadores; y el sometimiento de una clase significa la desigualdad en detrimento suyo, su exclusión de la ‘democracia’”.

WH explicó repetidas veces que el sistema parlamentario es una fachada democrática para la dictadura de la clase capitalista y que es necesario un estado obrero basado en la democracia soviética. Sin embargo, sólo un artículo —que no es sobre Corbyn (“Britain’s prison hell” [El infierno de las prisiones británicas], WH No. 244)— explica la razón fundamental de por qué la revolución requiere que se establezca un estado obrero: para suprimir la resistencia de la burguesía. Omitir los puntos programáticos clave de que la burguesía no permitirá que se le quite el poder de manera pacífica mediante las elecciones y que el propósito de un estado obrero es romper la resistencia de la burguesía significa no exponer sino, de hecho, capitular a las ilusiones de que se puede alcanzar el socialismo pacíficamente mediante el parlamento.

Reformismo sindicalista

La capitulación de la SL/B al socialismo parlamentario y a la política del mal menor del laborismo de izquierda necesariamente iba de la mano con la capitulación al clásico programa reformista británico de presionar al Partido Laborista a través de la combatividad sindical. WH criticó a la dirección actual de los sindicatos por haber “pasado décadas aislando y conteniendo las huelgas mientras desviaban la ira de los obreros hacia ilusiones en la UE y la estrategia perdedora de elegir un gobierno laborista” (WH No. 246), por mantener la lucha “limitada a manifestaciones y huelgas locales con plazo fijo” (WH No. 242, verano de 2018), y por impulsar la ilusión de “paz entre clases con los patrones” (WH No. 238). Sin embargo, WH no contrapuso para ninguna de estas cuestiones un programa basado en los principios marxistas sobre el estado, el imperialismo y la independencia de clase, sino que simplemente abogaba por un sindicalismo más combativo.

En pocas palabras, WH abandonó la construcción de una oposición revolucionaria dentro de los sindicatos, una tarea necesaria para escindir al Partido Laborista. Como se argumentó en “Revolutionaries and the Labour Party”: “Dada su base orgánica en los sindicatos, en última instancia no se puede escindir al Partido Laborista sin una lucha política exitosa en contra de la burocracia sindical pro capitalista”.

La desindustrialización, los ataques de los capitalistas y las décadas de puñaladas por la espalda asestadas por las direcciones sindicales han dejado a la clase obrera británica debilitada y desmoralizada. En este contexto, la SL/B redujo su perspectiva respecto a los sindicatos a combatir simplemente por más lucha sindical. En el ¿Qué hacer? (1902), Lenin señala que uno no necesita ser comunista para llamar por luchas económicas más combativas —“dar a la lucha económica misma un carácter político”—. El punto crucial es vincular la lucha por las necesidades económicas más inmediatas de la clase obrera con la necesidad de derrocar el dominio de la clase capitalista. Como explicó:

“La socialdemocracia dirige la lucha de la clase obrera no sólo para conseguir ventajosas condiciones de venta de la fuerza de trabajo, sino para destruir el régimen social que obliga a los desposeídos a venderse a los ricos. La socialdemocracia representa a la clase obrera en sus relaciones no sólo con un grupo determinado de patronos, sino con todas las clases de la sociedad contemporánea, con el estado como fuerza política organizada. Se comprende, por tanto, que los socialdemócratas no sólo no pueden limitarse a la lucha económica, sino que tampoco pueden admitir que la organización de denuncias económicas constituya su actividad predominante. Debemos emprender una intensa labor de educación política de la clase obrera, de desarrollo de su conciencia política”.

La reacción postsoviética y el bajo nivel de lucha de clases en Gran Bretaña no cambian las tareas fundamentales de los comunistas con respecto a los sindicatos.

Sólo las direcciones en los sindicatos construidas sobre la base de un programa revolucionario pueden trascender los intereses sectoriales estrechos de una industria, un sindicato o un país en particular y dirigir luchas que avancen los intereses de la clase obrera en su conjunto. Esto requiere exponer el programa de colaboración de clases de la actual dirección de los sindicatos, así como la versión más combativa de este mismo programa impulsada por la izquierda reformista. Un programa limitado a demandas sindicales, no importa qué tan “combativo” sea, se basa en mantener el dominio de la clase capitalista y, por ende, es necesariamente reformista, buscando solamente negociar mejores “condiciones de venta de la fuerza de trabajo”. Además, como explicó Trotsky, en la época de la decadencia imperialista:

“[Los sindicatos] ya no pueden ser reformistas, porque las condiciones objetivas no dan cabida a ninguna reforma seria y duradera. Los sindicatos de nuestro tiempo pueden servir como herramientas secundarias del capitalismo imperialista para la subordinación y adoctrinamiento de los obreros y para frenar la revolución, o bien convertirse, por el contrario, en las herramientas del movimiento revolucionario del proletariado”.

—“Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista” (1940)

Una oposición a la burocracia sindical que se base meramente en su falta de combatividad borra la línea divisoria fundamental entre la política revolucionaria y la reformista, y por lo tanto lleva inevitablemente a un bloque político con una u otra ala de la burocracia sindical. Tal oposición colapsa de inmediato cuando los líderes sindicales dirigen acciones combativas —lo cual se sentirán obligados a hacer, como se vio con la huelga de los mineros británicos de 1984-1985—. La burocracia sindical puede ser presionada para luchar, pero no importa cuanta presión se aplique, no puede cambiar su programa pro capitalista y su papel reaccionario como agente de la burguesía en la clase obrera. Contra el programa reformista de presionar a la dirección existente de los sindicatos, los trotskistas luchan por remplazarla con una dirección revolucionaria. Nuestra perspectiva para hacer esto es a través de la construcción de fracciones basadas en el programa de transición completo, incluyendo el llamado por un gobierno obrero.

Programa mínimo/máximo:
Quemando el puente

Los revolucionarios deben demostrar en lo concreto que satisfacer las necesidades de la clase obrera sólo es posible con el derrocamiento de la burguesía y exponer los engaños reformistas que sugieren lo contrario. La SL/B no ha hecho nada de esto y, en ocasiones, explícitamente promovió la noción de que el capitalismo en decadencia puede proporcionar una atención médica decente y satisfacer las necesidades de los obreros si se aplica suficiente presión. El artículo “Capitalism: danger to your health” (Capitalismo: Un peligro para tu salud, WH No. 242) es un ejemplo particularmente explícito del reformismo de la SL/B:

“Servicios de salud de calidad, gratuitos al usuario; cuidado de primera clase para niños y ancianos proporcionado por el gobierno; excelentes escuelas, programas de capacitación laboral y vivienda: satisfacer las necesidades básicas de la población requiere inversión masiva. La burguesía ha acumulado enormes riquezas gracias a la explotación de los obreros. Pero la clase dominante nunca renuncia a nada sin pelear. La lucha de clases aguda, y no el suplicar a Westminster, podría convencer a la clase dominante de financiar el NHS”.

Los obreros pueden obtener conquistas parciales y reversibles bajo el capitalismo. Sin embargo, “satisfacer las necesidades básicas de la población” no es una cuestión de presionar a la decadente clase capitalista británica para que inyecte más dinero en el sistema de salud, sino que requiere la revolución proletaria.

La lucha de clases aguda podría convencer a la burguesía de invertir más en servicios públicos. Como cualquier clase dominante que se enfrente a una convulsión obrera, podría recurrir a concesiones bajo presión como un “mal menor” a la revolución social. En Lecciones de Octubre (1924), Trotsky explicó la actitud de los revolucionarios respecto a presionar a la burguesía:

“¿Pero acaso —podríase objetar desde luego— renuncia un partido revolucionario a ejercer presión sobre la burguesía y su gobierno? Evidentemente, no. La presión sobre el gobierno burgués es el camino de las reformas. Un partido marxista revolucionario no renuncia a ellas, aunque éstas se refieran a cuestiones secundarias y no a cuestiones esenciales. No se puede obtener el poder por medio de reformas ni se puede, por medio de una presión, forzar a la burguesía a cambiar su política en una cuestión de la que depende su suerte”.

El problema con la propaganda reciente de la SL/B, al igual que el de la izquierda reformista británica, es que abogaba única y exclusivamente por presionar a la burguesía para asegurar tales concesiones. Éste es un rechazo del Programa de Transición y una adopción del programa mínimo de la II Internacional.

Cuando WH menciona el socialismo (el programa máximo), es para presentarlo como una perspectiva abstracta y distante o para capitular abiertamente ante el programa “socialista parlamentario” de la izquierda británica. Por ejemplo, en “Capitalism: danger to your health”:

“Los gigantes de las farmacéuticas se forran en dinero al usar su monopolio de las patentes para exigir precios exorbitantes. Este chantaje plantea la necesidad urgente de expropiar a la industria farmacéutica como un paso hacia el derrocamiento del sistema capitalista de ganancias en su conjunto” [énfasis añadido].

Esto presenta la expropiación de la burguesía como un proceso gradual. Refleja el programa del reformismo británico: el socialismo a través de nacionalizaciones paso a paso de los “sectores clave de la economía” a través del parlamento de Su Majestad. Los revolucionarios no se oponen a llamar por la expropiación de industrias específicas. Sin embargo, al hacerlo, como explicó Trotsky en el Programa de Transición: 1) rechazamos la indemnización; 2) lo hacemos mientras desenmascaramos a los reformistas y los laboristas, que dicen estar a favor de la nacionalización de la economía pero que de hecho son defensores del dominio capitalista; 3) no ponemos nuestra confianza en la obtención de una mayoría en el foro de discusión burgués de Westminster, sino en la movilización revolucionaria del proletariado; 4) vinculamos la cuestión de las expropiaciones con la de la toma del poder por parte de los obreros.

Contra el programa mínimo que restringe los objetivos y las actividades de la clase obrera a la obtención de reformas, la fundación de la III Internacional (Comintern) rompió decisivamente con la división de los programas mínimo y máximo, estableciendo que la tarea de la vanguardia comunista es luchar por el derrocamiento de la clase capitalista mediante la movilización del proletariado por sus intereses más fundamentales. Las consignas de transición deben usarse como herramientas para movilizar a la clase obrera en la lucha revolucionaria, exponer la bancarrota de la socialdemocracia y motivar la necesidad de una revolución obrera. El Programa de Transición de la IV Internacional representó esta continuidad contra la Comintern estalinizada.

Remplazar el programa de transición por el programa mínimo/máximo, como hizo la SL/B, es la esencia del reformismo. En la época de la decadencia imperialista, en la que no hay cabida para las reformas sociales sistemáticas y el mejoramiento del nivel de vida de las masas, impulsar un programa para satisfacer las necesidades candentes de las masas separado de la lucha por la dictadura del proletariado no es sólo imposible, es reaccionario. La SL/B fue fundada en defensa del Programa de Transición contra su deformación oportunista por parte de la WSL y el resto de los seudotrotskistas en Gran Bretaña. Es vital defender y reclamar esta continuidad programática.


1. WSL, Liga Socialista de los Trabajadores. Una escisión de la WSL, la Fracción Trotskista, se fusionó con el Grupo Espartaquista de Londres para fundar la SL/B en 1978.