Lo siguiente es una selección del memorándum aprobado por el pleno del Comité Ejecutivo Internacional de la LCI de mediados de 2019.

Desde el colapso de la Unión Soviética, el partido ha capitulado a la UE en repetidas ocasiones, tratando a este conglomerado dominado por los imperialistas como si fuera un estado supranacional, y se ha postrado ante las ilusiones en su carácter “progresista”. El camarada Robertson intervino en repetidas ocasiones para corregir estas desviaciones e insistir en que sostuviéramos nuestra oposición histórica a la UE. Como él subrayó: “La UE no es un estado. Es un tratado suscrito por estados”. Aunque ha habido numerosos correctivos a lo largo de los años, éstos han sido parciales y nunca abordaron la extensión completa de nuestras capitulaciones sobre la cuestión. Este pleno procura reexaminar críticamente y corregir nuestras numerosas desviaciones pasadas sobre la UE, incluyendo en el periodo reciente, para seguir adelante sobre una base programática fuerte.

Nos oponemos a la UE y su instrumento, el euro, como cuestión de principios. La UE es una alianza inestable dominada por el imperialismo alemán y, en menor medida, el francés. Su propósito es incrementar la explotación de la clase obrera y la subyugación de los países dependientes por parte de los imperialistas, así como aumentar la competitividad de los imperialistas europeos respecto a sus rivales estadounidenses y japoneses. Al mismo tiempo, la UE fue creada con el apoyo de Estados Unidos y sigue siendo una parte integral de la alianza transatlántica dominada por EE.UU., un hecho que ha estado en disputa en vísperas de este pleno.

El revisionismo sobre la UE es una capitulación al imperialismo. En cuanto a nuestras secciones en Europa, es obvio que las capitulaciones sobre esta cuestión provienen de la presión de sus burguesías. Sin embargo, en cierto número de casos nuestros problemas sobre la UE han venido de camaradas de la SL/U.S. o han sido compartidos por ellos, reflejando la presión política del imperialismo estadounidense.

Los socialdemócratas y los lugartenientes del capital en la clase obrera desempeñan un papel clave en vender el mito de la UE como una entidad supranacional permanente, pacífica y democrática. En El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), Lenin polemizó contra Karl Kautsky, quien sacó argumentos similares, por su

“consuelo archireaccionario de las masas con la esperanza en la posibilidad de una paz permanente bajo el capitalismo, distrayendo la atención de las profundas contradicciones y de los graves problemas de la actualidad para dirigirla a las falsas perspectivas de un supuesto ‘ultraimperialismo’ nuevo en el futuro”.

Los problemas que ha tenido el partido para oponerse a la UE son parte de nuestras capitulaciones más amplias al chovinismo de gran potencia y el imperialismo. La lucha actual sobre la UE es una continuación de la lucha contra la hidra chovinista, codificada en el documento de la Conferencia Internacional de 2017.

El imperialismo estadounidense, la OTAN y la UE

La UE no es un bloque homogéneo unido en contra de EE.UU., aunque funciona como un bloque contra EE.UU. sobre cuestiones políticas y económicas particulares. Su antecesora, la Comunidad Económica Europea (CEE) fue históricamente un instrumento de EE.UU. contra la URSS durante la Guerra Fría, y la UE continúa actuando como un adjunto de la OTAN. La burguesía estadounidense la usa para mantener a Alemania dentro de la órbita de EE.UU. y para contrarrestar a Rusia. Estados Unidos, Alemania y Francia siguen colaborando en la expansión de la UE y la OTAN en conjunto a Europa Oriental y los Balcanes. Al nivel económico, los capitalistas estadounidenses se apropian, directa e indirectamente, de una gran parte de la plusvalía extraída de la explotación de los obreros en Europa. La burguesía estadounidense se beneficia política y económicamente de la UE y la respalda abrumadoramente.

En el periodo que siguió a la contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética, nuestra propaganda incorrectamente desapareció el papel de EE.UU. en la Unión Europea. Al presentar a la UE como si estuviera unida en contra de EE.UU., hicimos parecer al bloque como si fuera más estable de lo que realmente es y minimizamos las divergencias entre los imperialistas europeos. Cuando empezamos a corregir nuestras capitulaciones a la UE, las consideramos sólo un “problema europeo”, negando así que los problemas en EE.UU. fueron una adaptación a la presión política del imperialismo estadounidense. Algunos ejemplos recientes de suavidad sobre la UE en la dirección de la sección estadounidense incluyeron no abordar la intervención de EE.UU. en el borrador de introducción para el artículo “Greece: Chauvinist Frenzy over Macedonia” (Grecia: Histeria chovinista sobre Macedonia, Workers Vanguard No. 1142, 19 de octubre de 2018), y desafilar nuestra oposición al “parlamento” europeo en el borrador de la declaración escrito en Nueva York (“¡Abajo la UE! ¡No a la participación en su seudoparlamento!”) y subsecuentemente el enterrar dos documentos sobre los problemas con el borrador.

[...]

Evolución de nuestra propaganda sobre la UE

Durante la década de 1970, nuestra tendencia se opuso, como cuestión de principios, a la CEE (o Mercado Común), predecesora directa de la UE. Nuestros artículos en ese entonces identificaban claramente a la CEE como un acuerdo reaccionario entre estados capitalistas que estaba dirigido contra la clase obrera y la Unión Soviética. Esta propaganda proporciona un modelo de cómo abordar hoy la cuestión de la UE. Un documento de un camarada del S.I., que detalla la evolución de nuestra propaganda sobre la UE, explicaba que nuestra propaganda de la época polemizaba de manera eficaz contra nuestros oponentes, quienes consideraban a la CEE un “superestado” kautskiano. Esto desapareció posteriormente de nuestra propaganda, conforme nosotros mismos empezamos a tratar a la UE como un “superestado”.

La naturaleza antisoviética de la CEE era, correctamente, central a nuestra oposición principista a este conglomerado imperialista. Una vez desaparecida la Unión Soviética, como parte de la desorientación general causada por esta derrota histórico-mundial, nuestra oposición a la UE empezó a flaquear, aunque de manera desigual. Mientras que algunos de los artículos escritos a inicios de los años 90 mantenían correctamente nuestra línea política, otros enterraban nuestra oposición a la UE bajo análisis impresionistas y proyecciones bombásticas.

La declaración que publicamos para la “euromarcha” de 1997 en Ámsterdam, “For a Workers Europe—For Socialist Revolution!” (¡Por una Europa obrera—por la revolución socialista!, WV No. 670, 13 de junio de 1997), es el último artículo formalmente ortodoxo que escribimos sobre la UE por muchos años, y ha sido frecuentemente citado en nuestra propaganda más reciente. Éste reafirmaba nuestras posiciones fundamentales en términos generales, pero ya presentaba debilidades significativas. La “euromarcha” fue un punto de inflexión importante para la izquierda europea, a partir del cual se movilizó abiertamente en favor de la UE. Sin embargo, el artículo no denunció tajantemente esta manifestación pro UE, lo que reflejó una suavidad oportunista respecto a nuestra oposición a la UE. La declaración contiene otro error político serio, al afirmar que “con o sin Tratado de Maastricht, el enemigo principal de los obreros de cada país es su ‘propia’ burguesía”. Esta aplicación errónea de la consigna de Karl Liebknecht para una guerra interimperialista desaparece el papel dominante del capital financiero extranjero en los países dependientes. Significa negar el hecho de que un obrero en un país oprimido tiene como su enemigo a la burguesía del país imperialista opresor; por ejemplo, los obreros griegos son brutalmente oprimidos por el capital alemán. Esta frase en la declaración también minimiza nuestra oposición al Tratado de Maastricht, que es opresivo para los obreros incluso en los centros imperialistas.

La discusión de 1999 sobre la participación en el falso “parlamento” de la UE marcó el comienzo de una ofensiva abierta contra nuestra oposición principista misma a la UE. En los años que siguieron a esta discusión, apenas abordamos la UE en nuestra propaganda, a pesar de que se había vuelto una cuestión central para todas nuestras secciones europeas. La introducción del euro, que fue impuesto por la fuerza a los países oprimidos en la UE, fue un golpe devastador para los obreros y los oprimidos de toda Europa, pero no lo mencionamos en nuestra propaganda de ese periodo. Cuando mencionábamos a la UE, la tratábamos como un “superestado”. Estos artículos echaban por la borda nuestro previo entendimiento de la naturaleza de la UE, y nuestra oposición a ella estaba generalmente limitada a un liberalismo antirracista frecuentemente dirigido hacia el medio de los foros sociales pro UE. El artículo “La guerra de Europa capitalista contra los inmigrantes es una guerra contra todos los obreros” (Espartaco No. 19, otoño-invierno de 2002), escrito en el contexto de una cumbre de la UE en Sevilla, ni siquiera menciona nuestra oposición a la Unión Europea. Dicho artículo es totalmente liberal; un camarada europeo de mucho tiempo recuerda que el camarada Robertson lo odiaba y decía que podía haber sido escrito por un trabajador social marxista.

En 2004, dos miembros centrales del CEI en Europa lanzaron una discusión revisionista que buscaba repudiar explícitamente nuestro entendimiento de la UE, a diferencia de la hipocresía centrista que se había convertido en nuestra práctica establecida. Estos camaradas argumentaban que Alemania y Francia habían trascendido sus rivalidades, consideraban a la UE y el euro como estables y presentaban a la UE como un superestado. Sin embargo, esta discusión no condujo al partido a revisar formalmente nuestro programa. Una de las primeras reexaminaciones de nuestros problemas sobre la UE, en el memorándum del pleno del CEI de 2014, señalaba exclusivamente los documentos de estos camaradas como si fueran la fuente de nuestras desviaciones sobre la UE y el euro. De hecho, existía un acuerdo general con sus argumentos porque expresaban el apetito de capitular a la UE que prevalecía en el partido en aquel entonces. La discusión profundamente revisionista de 2004 no cambió cualitativamente nuestra propaganda.

En la secuela de la crisis económica global de 2008, mientras los imperialistas imponían una austeridad devastadora a los países europeos oprimidos, nuestra propaganda presentaba a los imperialistas como si “ayudaran” a los países dependientes y culpaba por la austeridad únicamente a las burguesías de los países oprimidos. Cuando la cuestión de tomar lado con los oprimidos contra los opresores se planteó tajantemente, nuestro oportunismo sobre la UE se convirtió en socialchovinismo. Como Lenin explicó en “El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional” (1915): “El socialchovinismo es el oportunismo consumado. Eso no tiene discusión. La alianza con la burguesía era ideológica, secreta. Ahora está al desnudo, es manifiesta”.

Tras un pleno del CEI en 2011, un cuadro veterano del CEI escribió un documento que transmitía la preocupación del camarada Robertson de que “los camaradas piensen que nuestra línea de oposición a la UE es hipotética cuando, de hecho, deberíamos usar nuestras observaciones del pasado para demostrar que nuestra línea está siendo vindicada por los sucesos de hoy”. Fue entonces que empezamos a corregir nuestro ya viejo oportunismo respecto a la UE. Las luchas sobre el referéndum griego, el Grexit y el liberalismo de “fronteras abiertas”, así como la lucha sobre la cuestión nacional, fueron todas clave para nuestro rearme programático. Estas luchas están codificadas en el documento de conferencia de 2017. Desde entonces, nuestro entendimiento político ha mejorado a través de numerosas luchas sobre la UE, las cuales todavía están en curso.

UE: Herramienta para el saqueo imperialista

Un componente esencial de nuestra oposición a la UE es que estamos en contra de la opresión nacional de los países europeos dependientes por parte de los imperialistas. Sin embargo, por años lidiamos con la UE como si fuera una unión entre iguales. Aunque insistimos originalmente que la UE era un instrumento de dominación del imperialismo alemán y en menor medida del imperialismo francés, esto desapareció de nuestra propaganda a principios de los años 2000. Como argumentó una camarada del CEI en Europa en un documento escrito antes del pleno: “Nuestros artículos eran malos o débiles porque pensábamos que la UE era pacífica y progresista y no reconocimos desde el principio que Alemania y, en menor medida, Francia pisotean la soberanía nacional de los países capitalistas más pequeños”. Indicativo de esto, el Acuerdo para el trabajo común entre la LCI y el Grupo Trotskista de Grecia de 2004, así como el artículo de 2007 que anunciaba la refundación del Grupo Espartaquista de Polonia, ni siquiera mencionaban a la UE.

Un cuadro veterano, aunque sostenía parcialmente nuestra oposición a la UE, también argumentó incorrectamente en 1999 que “Italia no es a Alemania lo que México es a Estados Unidos. La Unión Europea no es el equivalente europeo del TLCAN. Estamos lidiando con relaciones entre estados capitalistas imperialistas avanzados, algunos más fuertes y otros más débiles”. Dejando a Italia aparte, la noción de que países como Irlanda, Portugal o Grecia son “imperialistas” va en contra de la realidad. Aunque no son semicolonias, estos países son dependientes. Como explicó Lenin en El imperialismo:

“...es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual consiste en la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, originan abundantes formas transitorias de dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países —los que poseen colonias y las colonias—, sino también las formas variadas de países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos en las redes de la dependencia financiera y diplomática”.

De hecho, como el TLCAN/T-MEC, la UE es un acuerdo para el saqueo de los países oprimidos.

A principios de los años 2000, varios artículos, especialmente en Workers Hammer, comentaron sobre la expansión de la UE hacia Europa Oriental y su posible expansión a Turquía sin oponerse a ella, y algunos artículos se muestran favorables a la expansión de la UE. Sin embargo, el pleno del CEI de 2004 sí reafirmó que “nos oponemos a la Unión Europea y por tanto a su extensión a Europa Oriental. Lo mismo aplica a Turquía”. Así, justo después de ese pleno, en un artículo de Le Bolchévik No. 171 (marzo de 2005), reimpreso en Workers Vanguard No. 848 (13 de mayo de 2005), nos opusimos a la expansión de la UE a Europa Oriental (“Non à l’Union européenne capitaliste et sa ‘Constitution’!” [¡No a la Unión Europea capitalista y su “constitución”!]). En el caso de Workers Hammer, no fue sino hasta el verano de 2006 que en retrospectiva afirmamos que nos habíamos opuesto a la expansión de la UE hacia el este (“Full citizenship rights for all immigrants!” [¡Plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes!], WH No. 195, verano de 2006).

Nuestros artículos sobre la crisis económica en Grecia, escritos en 2010-2011, ponían toda la responsabilidad de la austeridad sobre los gobiernos griegos, mientras que presentaban a la UE y el FMI como si desempeñaran un papel progresista. Un ejemplo de este chovinismo de gran potencia es el artículo “Greece: Down With PASOK Government’s ‘Stability Program’!” (Grecia: ¡Abajo el “Programa de estabilidad” del gobierno del PASOK!, WV No. 959, 21 de mayo de 2010), que declaraba que “como su parte del acuerdo de rescate, la UE y el FMI se comprometieron a desbloquear una suma sin precedentes —casi un billón de dólares— en préstamos a Grecia, y potencialmente a otros países de la UE fuertemente endeudados como Portugal y España, para ayudarlos a cubrir su déficit presupuestario y refinanciar su deuda” [énfasis añadido].

Como una camarada del CEI expuso en un documento de mayo de 2019, el artículo “Greece: Mass Anger Over Savage Austerity” (Grecia: Ira masiva contra la austeridad salvaje, WV No. 983, 8 de julio de 2011) acusa grotescamente a los obreros griegos de nacionalismo por luchar contra la UE, contraponiéndolo falsamente a la lucha contra la burguesía griega. El artículo declaraba: “Mientras los obreros griegos se movilicen principalmente contra los dictados extranjeros del FMI y la UE, serán incapaces de ver que oponerse a los imperialistas está inextricablemente ligado al derrocamiento de la burguesía griega”.

Un documento de una camarada del CEI en Gran Bretaña señaló que los mismos problemas están presentes en nuestra propaganda sobre Irlanda. El folleto de la revolución permanente [publicado en español en Espartaco No. 29, primavera de 2008] afirma: “Por más de un siglo, Irlanda ha estado integrada a la economía de las Islas Británicas, ya que una buena porción del proletariado irlandés trabaja en fábricas y obras en Londres y otras ciudades. Y, en décadas recientes, la membresía de Irlanda en la Unión Europea ha desempeñado un papel importante en el mayor desarrollo económico del país”. El artículo nunca menciona la opresión nacional de Irlanda y de manera indignante presenta al imperialismo británico y la UE como si desempeñaran un papel progresista en el desarrollo de la economía irlandesa. Como es ya evidente del título “Dublin Government Launches Savage Attack on Working People” (El gobierno de Dublín lanza ataque salvaje contra los trabajadores), el artículo de WV No. 970 (3 de diciembre de 2010), escrito por la SL/B, culpa únicamente al gobierno de Dublín por las medidas de austeridad impuestas por la UE, y presenta a la UE como si promoviera la estabilidad y “ayudara” a Irlanda al rescatar los bancos. Este artículo también toma lado en los hechos con los imperialistas al denunciar la “histeria nacionalista” sobre la soberanía irlandesa cuando el Banco Central Europeo estacionó “observadores” en el Departamento de Finanzas de la República de Irlanda.

Como la UME (Unidad Monetaria Europea), el euro es el “marco alemán travestido”. No escribimos nada sustancial acerca del euro sino hasta después de la crisis financiera mundial, y mucho menos nos opusimos a las devastadoras consecuencias de su introducción. Los artículos iniciales que trataban esta cuestión, escritos mientras la economía griega estaba siendo aplastada por Alemania, no caracterizaban al euro como el instrumento financiero del imperialismo alemán ni establecían su naturaleza opresiva. Por ejemplo, un artículo escrito por el SpAD, un fragmento del cual se publicó en WV bajo el título “Financial Crisis Rocks Imperialist EU” (La crisis financiera sacude a la UE imperialista, WV No. 960, 4 de junio de 2010), declaraba:

“La actitud de la burguesía alemana hacia la introducción del euro se balanceaba entre la duda y la hostilidad, dado que veía el peligro de ceder elementos de soberanía para obtener una moneda que tendería a depreciarse”.

Mientras presentaba grotescamente a los imperialistas alemanes como víctimas, ¡el artículo no tiene nada que decir sobre cómo Grecia es oprimida mediante el euro!

¡Por los estados unidos socialistas de Europa, reunidos sobre una base voluntaria!

Durante los años 2000, nuestra propaganda levantaba el llamado por unos estados unidos socialistas de Europa sin dejar claro que oponerse a la UE es un prerrequisito para esta perspectiva. Por ejemplo, el artículo “Mass Protests Shake France” (Protestas masivas sacuden Francia, WV No. 867, 31 de marzo de 2006) declaraba: “En contra del llamado de los reformistas por una ‘Europa social’ capitalista, nosotros llamamos por revoluciones proletarias para establecer los estados unidos socialistas de Europa”. En ningún lugar del artículo decimos que estamos en contra de la Unión Europea. Esto es similar a la manera en que los reformistas usan la consigna para expresar su visión de que la UE es un paso hacia el “socialismo”.

En contraste, nuestros artículos de los años 1970 polemizaban contra nuestros oponentes precisamente sobre este punto. Así, la declaración “Down With the Common Market of NATO Europe!” (¡Abajo el Mercado Común de la Europa de la OTAN!, WV No. 233, 8 de junio de 1979) afirmaba:

“La principal consigna del S.U. [Secretariado Unificado] en las elecciones es ‘¡Por unos estados unidos socialistas de Europa!’. Levantar esta consigna al contender por el ‘parlamento’ de Estrasburgo implica que el Mercado Común es de alguna manera históricamente progresista, es decir, que proporciona una base objetiva para la unificación socialista de Europa. Pero el Mercado Común no es más un paso progresista hacia la unificación socialista de Europa que la conquista de la mayor parte de Europa por la Alemania nazi en 1939-1944. La plataforma electoral del S.U. nunca establece claramente que la CEE no puede ser transformada en una Europa socialista, sino que debe ser destruida”.

Cuando llamemos por unos estados unidos socialistas de Europa, debemos decir explícitamente que sólo se pueden conseguir a través de una serie de revoluciones proletarias en los diferentes países europeos, y debemos dejar clara nuestra oposición a la UE.

Tras una discusión en la Lega trotskista d’Italia en 2017, se propuso modificar nuestro llamado por unos estados unidos socialistas de Europa para incluir “reunidos sobre una base voluntaria”. Esto es una adición importante porque toma en cuenta que Europa incluye tanto naciones opresoras como oprimidas, algunas de las cuales están luchando por su independencia. Ello resalta el hecho de que la cuestión nacional no va a desaparecer inmediatamente tras la revolución, y que las naciones históricamente oprimidas no van a ser forzadas a unirse a sus antiguos opresores.

¡Contra la noción kautskista
de un “superestado”!

Un problema general en nuestra propaganda es tratar a la UE como un “superestado”. La UE no es un estado. No aprueba leyes ni tiene sus propios destacamentos de hombres armados. Es una alianza de países capitalistas cuyas burguesías tienen intereses distintos y en conflicto. Muchos de nuestros artículos han usado formulaciones equivocadas que implican lo contrario: “capitalistas de la UE”, “Europa capitalista”, “unidades militares europeas”, “los gobernantes de la Unión Europea”, “medidas de estado policiaco supranacionales”, “ciudadanos de la UE”, etc. No debemos usar tales formulaciones.

El artículo de la euromarcha de 1997, “For a Workers Europe—For Socialist Revolution!”, ha sido citado repetidamente en nuestra propaganda y usado como punto de referencia sobre la cuestión del “superestado” y el euro. El artículo argumenta:

“El control sobre la cantidad de dinero dentro de sus fronteras es una prerrogativa económica básica de un estado burgués, la cual está necesaria y estrechamente vinculada a otros instrumentos de política económica. Un sistema monetario estable basado en el ‘euro’ requeriría restricciones severas y permanentes sobre los impuestos y los gastos gubernamentales en todos los estados miembros de la UE. Esto es precisamente lo que Kohl y el Bundesbank exigen ahora. Pero dado que el capitalismo está organizado sobre la base de estados nacionales particulares, en sí mismo la causa de repetidas guerras imperialistas para redividir el mundo, es imposible cohesionar un estado burgués paneuropeo estable. Un ‘superestado’ imperialista europeo sólo puede conseguirse mediante los métodos de Adolf Hitler, no los de Jacques Delors, el arquitecto socialdemócrata de Maastricht. Si el proyecto de Maastricht de una moneda común europea se hiciera realidad, sería sólo un episodio breve asolado por conflictos”.

Aunque esta declaración enfatiza correctamente la inestabilidad inherente del euro y vincula el control de la moneda a la soberanía nacional, también tiene varias debilidades. La más significativa es que al declarar que es imposible tener un “estado burgués paneuropeo estable”, el artículo implica incorrectamente que puede haber un estado burgués paneuropeo inestable, y que éste podría ser el caso de la UE.

Otra debilidad en el artículo es la declaración de que un “‘superestado’ sólo puede conseguirse mediante los métodos de Adolf Hitler”. Aunque evocativa, esta afirmación es imprecisa. Hitler trajo consigo ocupaciones militares y regímenes colaboracionistas, no un “superestado”.

La “Fortaleza Europa”: Un concepto liberal

No debemos usar el término “Fortaleza Europa”. Esta expresión puramente liberal, que comenzó a aparecer en nuestros artículos en los años 1990, es simplemente un llamado a abrir las fronteras. Como una camarada argumentó, también acepta la falsa noción de que la UE es un “superestado” con una frontera externa común, una política migratoria común y “libre tránsito” dentro del bloque.

No debemos presentar la represión antiinmigrante como si fuera una política común, compartida por cada país dentro de la UE. Nuestro punto de partida debe ser oponernos a las medidas represivas específicas llevadas a cabo por países específicos. Esto no niega que los estados capitalistas sí llevan a cabo represión coordinada, incluyendo a través de la UE.

Nuestra adopción de la consigna “Abajo la racista Fortaleza Europa” vino de la mano con exigencias liberales que en los hechos llamaban por fronteras abiertas. Hasta la lucha de 2015 sobre esta cuestión, frecuentemente usamos formulaciones como “plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes y los solicitantes de asilo” [énfasis añadido]. Esto implica que la clase obrera debe luchar por plenos derechos de ciudadanía para cualquier persona en la Tierra que quiera entrar a un país determinado, es decir, el liberalismo de “abrir las fronteras”.

El supuesto “libre tránsito” de personas en la UE es un fraude. Un mosaico de restricciones rige dónde se puede vivir y trabajar. Los estados regulan quién puede cruzar sus fronteras, incluyendo mediante tratados, pero esto no significa que las fronteras “desaparezcan”, algo que sólo puede pasar con la extinción del estado. Como Lenin explicó:

“Nosotros defendemos la necesidad del estado, y el estado presupone fronteras. El estado puede, naturalmente, incluir un gobierno burgués, mientras que nosotros necesitamos los soviets. Pero también a los soviets se les plantea el problema de las fronteras. ¿Qué quiere decir ‘¡Abajo las fronteras!’? Ahí comienza la anarquía...

“La consigna de ‘¡Abajo las fronteras!’ será justa cuando la revolución socialista sea una realidad y no un método”.

—“Discurso sobre el problema nacional” (abril de 1917)

En contra del liberalismo de “abrir las fronteras”, nuestra línea sigue estando encapsulada en el llamado por “plenos derechos de ciudadanía para todos los inmigrantes” que llegaron al país en cuestión. Nos oponemos a las deportaciones y luchamos por direcciones clasistas en los sindicatos, en contra del divide y vencerás antiinmigrante de los patrones. Se requerirán revoluciones socialistas al nivel internacional para acabar con la devastación imperialista que impulsa a los migrantes a dejar sus países.

Remendando los tratados de la UE

Una reunión del S.I. de 2018 aprobó la posición de que “estamos contra la Directiva de Trabajadores Desplazados (DTD), uno de los muchos mecanismos con los que la Unión Europea ataca a los sindicatos y reduce los salarios y las prestaciones de todos los obreros”. Aunque la moción declaraba oposición a la DTD “como parte de nuestra oposición a la UE misma”, de hecho, la moción aprobaba un método politicamente desviado de escoger regulaciones particulares de la UE a las cuales oponernos, un método que habíamos rechazado correctamente en el pasado.

En 2015, el S.I. se había opuesto correctamente a los camaradas que argumentaban por distinguir al Convenio de Dublín III para oponernos a él entre todos los tratados de la UE. Dicho acuerdo estipula que el país al que los refugiados entran por primera vez en la UE es el que procesará sus demandas de asilo. Sin embargo, nuestra posición incorrecta sobre la Directiva de Trabajadores Desplazados dio nuevo ímpetu al apetito liberal de distinguir al Convenio de Dublín, lo que llevó al S.I. a reabrir esa discusión.

En una carta al S.I. del 18 de agosto de 2018, una cuadro veterana del Área de la Bahía de San Francisco relata que el camarada Robertson la convenció

“de que oponerse a Dublín III, o para el caso a cualquier otra regulación particular de la UE, es aceptar que la UE es algún tipo de ‘superestado’, y no un conglomerado inestable de estados-nación imperialistas y países dependientes más débiles. Como él señaló, sin importar los mecanismos particulares de la UE para controlar el flujo de personas y mano de obra, las burguesías de los países de la UE sí hacen valer su propia ley (aunque en el caso de los países más débiles esta facultad está muy restringida por el imperialismo alemán, la potencia predominante, al punto que Grecia ha sido reducida virtualmente al estatus de una neocolonia, una situación que, al mismo tiempo, debe mucho al servilismo del gobierno de Syriza). Más aún, oponerse selectivamente a regulaciones particulares de la UE acepta como válido que la UE puede ser reformada, es decir, participa del mito de una Europa ‘social’. Para ser claros, estos argumentos aplican no solamente a la cuestión de Dublín III sino también a la Directiva de Trabajadores Desplazados, a la cual recientemente decidimos oponernos”.

Una moción subsecuente del S.I. corrigió estos problemas sobre la base de esta intervención.

¡No a la participación en el falso “parlamento” europeo!

Un componente de las luchas recientes para reafirmar nuestra oposición a la UE ha sido restablecer nuestra línea de que es contrario a nuestros principios contender en elecciones para el “parlamento” de la UE o dar apoyo crítico a los oponentes que contienden en ellas. Como estableció una moción del S.I. de 2019:

“Los imperialistas en la UE usan el ‘parlamento’ europeo para hacer pasar a su consorcio por una unión ‘libre’ y ‘democrática’ de pueblos que trasciende el estado-nación. El parlamento de la UE no es sino un foro diplomático para regatear sobre tratados en beneficio centralmente del IV Reich a costa de los países europeos más débiles y de la clase obrera de toda Europa. La participación de la izquierda en las elecciones europeas necesariamente legitima esta farsa. Participar en el parlamento europeo es ser un representante diplomático de un estado capitalista, lo cual es una traición a los intereses del proletariado”.

De hecho, el artículo de 1979, “Down With the Common Market of NATO Europe!”, tenía la posición correcta de oposición al “parlamento” europeo. Sin embargo, esa posición estaba incorrectamente expresada en el llamado por un boicot, una táctica electoral que contradecía la oposición principista correcta del artículo al parlamento europeo; el llamado al boicot da a entender que se podría participar en esas elecciones bajo otras circunstancias. Sin embargo, el artículo estableció el entendimiento clave de que contender para el entonces “parlamento” de la CEE era buscar representación en una alianza imperialista reaccionaria. Afirmaba de manera contundente que los marxistas revolucionarios “no participarían en esta farsa euroimperialista”.

En 1999, hubo una discusión internacional que criticó nuestro artículo de 1979 que se opuso a la participación en el “parlamento” de la CEE. Aunque la moción del S.I. votada en ese momento no repudia explícitamente nuestra oposición principista a participar en el “parlamento” de la UE, el eje entero de la discusión consistió en abrir la puerta a la participación, presentándola como si fuera una cuestión táctica. Tras esta discusión, dejamos de criticar a nuestros oponentes por el hecho mismo de participar en las elecciones de la UE. En vez de ello, nos metimos en polémicas sobre el contenido de sus plataformas electorales. La mayoría de nuestras polémicas sobre las elecciones europeas estaban dirigidas contra grupos británicos que decían estar contra la UE: el Socialist Labour Party (SLP, Partido Laborista Socialista) de Arthur Scargill y No2EU [No a la UE]. Aunque correctamente criticábamos a estas formaciones por su nacionalismo, minimizábamos la manera en que la UE es utilizada contra los obreros británicos, así como nuestra propia oposición a ella. El artículo “No vote to No2EU!” (¡Ni un voto a No2EU!, WH No. 207, verano de 2009) argumenta en contra de votar por No2EU en las elecciones europeas. Sin embargo, su premisa entera es que potencialmente podríamos votar en las elecciones de la UE.

En el contexto de las elecciones europeas de 2019, se volvió necesario clarificar nuestra posición. La secretaria del S.I. argumentó que debíamos defender nuestro artículo de 1979 y no participar ni dar apoyo crítico a oponentes que contendieran en elecciones de la UE. Hubo muchas diferencias dentro del CEI sobre esta cuestión. Un miembro del CEI las expresó de la manera más fuerte en dos documentos que argumentaban que participar en las elecciones de la UE era una cuestión táctica y trataban al “parlamento” de la UE como un verdadero parlamento.

El borrador de declaración sobre el “parlamento” de la UE, que fue enviado para su aprobación al CEI, mostró la persistencia del conciliacionismo sobre esta cuestión. No expresaba la política delineada en la moción inicial del S.I. y presentaba nuestra oposición a participar en el “parlamento” de la UE como una cuestión de cuánto poder tiene este cuerpo, y no de su naturaleza misma. Participar en el “parlamento” de la UE significa participar en la alianza reaccionaria que es la UE. Argumentar contra la participación sobre la base de que el “parlamento” es “impotente” o de que “carece de facultades” implica que ¡podríamos participar si tuviera poderes! Esta metodología es similar al llamado de Workers Power en 1997:

“Disolver el parlamento europeo impotente y convocar una asamblea constituyente de toda Europa (organizada y defendida por las organizaciones obreras) para echar abajo el tratado de Maastricht y redactar un nuevo plan obrero para la convergencia económica y política, diseñado para satisfacer las necesidades de los obreros, y no de la clase dominante”.

Workers Power, enero de 1997 (citado en WV No. 670, 13 de junio de 1997)

Más aún, el borrador de declaración no dejaba claro que participar en el supuesto “parlamento” de la UE significa inherentemente actuar como representantes diplomáticos de un estado capitalista. Tampoco argumentaba contra los oponentes por el hecho mismo de hacer campaña por un escaño en este cuerpo.