¿Qué es la dirección revolucionaria?
El siguiente documento fue adoptado por la VIII Conferencia Internacional de la LCI.
Los grandes periodos de lucha de clases fusionan el movimiento obrero en la acción conjunta contra la clase capitalista. Los periodos de reacción tienen el efecto contrario, exacerbando las divisiones dentro de la clase obrera sobre la base de la nacionalidad, la raza, el género y el oficio. Estos ciclos de unificación y división encuentran su reflejo en los sectores políticamente más avanzados del movimiento obrero, los partidos y las organizaciones que afirman luchar por la revolución socialista. En el largo periodo de la reacción postsoviética, la izquierda marxista se ha fragmentado cada vez más en grupos más y más pequeños con base en líneas dogmáticas y camarillistas. Con tantos grupos reclamando el manto de la dirección revolucionaria, surge la pregunta: ¿qué es la dirección revolucionaria? A medida que la lucha de clases se intensifica en la cambiante situación mundial, un enfoque correcto de esta cuestión es esencial para revisar críticamente el historial de las organizaciones que afirman luchar por la revolución y para establecer las bases para unificar la vanguardia revolucionaria a escala internacional.
La cuestión de la dirección revolucionaria casi siempre se complica en exceso. Y sobre esta cuestión básica del marxismo —como sobre la mayoría de las demás— no hay mejor respuesta que la explicación simple y clara del Manifiesto Comunista:
La dirección comunista de la lucha de clases debe basarse en una comprensión científica de las relaciones de clase, desde la situación internacional general hasta las condiciones específicas de cada fábrica. Dicha dirección no se define por la pureza de corazón, por la doctrina abstracta ni por proclamar la necesidad de “la dictadura del proletariado”, sino por la capacidad de proponer la línea de acción que mejor corresponda a los intereses objetivos del movimiento obrero en su conjunto. Es necesario guiarse por el objetivo final: el derrocamiento del capitalismo y la fundación de un orden socialista internacional. Pero este objetivo sólo avanza en la medida en que su persecución se base en la realidad viva de un tiempo y un lugar determinados, no evitando sino enfrentando los principales obstáculos que bloquean su marcha hacia delante.
A partir de este entendimiento, la única manera de evaluar verdaderamente el carácter revolucionario de un partido o agrupación es juzgando si en el curso de los acontecimientos lucha por los intereses del movimiento en su conjunto o si éstos son sacrificados en favor de los intereses de otras fuerzas de clase o de los intereses estrechos de segmentos aislados del movimiento obrero. En cada giro y obstáculo de la lucha de clases, se pone a prueba la capacidad del partido para guiar a la clase obrera. En Lecciones de Octubre (1924), Trotsky describe el funcionamiento interno de este proceso:
Los grandes acontecimientos mundiales —como las guerras, las revoluciones...o una pandemia— exacerban las presiones de otras clases sobre la vanguardia y revelan de la manera más clara el verdadero carácter de un partido.
Aunque los periodos de crisis proporcionan la mejor prueba para un partido revolucionario, su trayectoria en el periodo precedente prepara el resultado. Los partidos revolucionarios no surgen de la nada en vísperas de guerras o revoluciones, sino que se forjan a través de los altibajos de la lucha de clases en un proceso continuo. Sólo una actuación correcta en los periodos de reacción puede sentar las bases del éxito en los estallidos de la lucha revolucionaria.
En pocas palabras, un partido revolucionario es aquel que puede guiar a la clase obrera a través de los acontecimientos de una manera que haga avanzar su emancipación. Es según este criterio que debemos evaluar el curso de la LCI y el de cualquier otra agrupación o partido que pretenda proporcionar una dirección revolucionaria.