La siguiente moción, editada para su publicación, fue adoptada por la VIII Conferencia Internacional de la LCI.

La guerra de las Falklands [como las llaman sus habitantes] de 1982 ocurrió en el contexto de una ofensiva del imperialismo estadounidense en toda América Latina. En respuesta a la intensificación de la explotación imperialista durante los años 60, la clase obrera argentina estalló en lucha. La burguesía argentina buscó varios caminos para controlar a la clase obrera, incluso regresó a Juan Perón al poder (lo cual no tuvo éxito). Finalmente, en 1976, recurrió a una junta militar con el apoyo de los imperialistas para reprimir al combativo movimiento obrero e implementar reformas neoliberales como parte integral de la alianza anticomunista dirigida por EE.UU.

En 1982, en el momento en que había un creciente descontento y protestas obreras, la junta, ya bajo el mando del Teniente general Galtieri, invadió las Falklands que estaban controladas por Gran Bretaña, así efectivamente desviando la lucha en su contra y canalizando bajo su dirección el sentimiento antiimperialista que motivaba las protestas. Al mismo tiempo, la invasión coincidía con el interés de la burguesía argentina en disminuir la presencia de los británicos en la región.

El gobierno de Margaret Thatcher buscaba apuntalar la decadente posición del imperialismo británico estrechando su alianza con Estados Unidos y aplastando al movimiento obrero. Fue la punta de lanza para efectuar las reformas neoliberales tanto en Gran Bretaña como alrededor del mundo, destruyó la industria del país y subordinó completamente la economía a la City de Londres basándose en la exportación del capital financiero. Para los imperialistas británicos la guerra tenía como propósito defender su posesión colonial, como parte de mantener su papel como potencia expoliadora.

La victoria de Argentina estaba en interés de los obreros. En Argentina hubiera sido un paso en la dirección de la emancipación nacional y hubiera debilitado el yugo imperialista mundial. Además, un golpe contra los imperialistas que empujaron la austeridad neoliberal hubiera alentado la lucha obrera y social, incluyendo en contra de la junta que había implementado los ataques. La derrota de Gran Bretaña habría abierto la posibilidad para que la clase obrera y los oprimidos derrocaran a Thatcher y al imperialismo británico. La derrota de Argentina, como sucedió, intensificó el saqueo del país y en Gran Bretaña reforzó al gobierno de Thatcher en su ofensiva contra la clase obrera.

Esta conferencia rechaza nuestra posición reaccionaria que estaba por la derrota de ambos lados. En cuanto a Argentina argumentamos:

“Una victoria para la junta argentina en esta guerra hubiera sido contraria a los intereses de las masas trabajadoras argentinas, intensificando los sentimientos chovinistas que Galtieri había animado y manipulado para desactivar una pujante lucha de clases”.

—“Gran Bretaña y Argentina: Entre unas rocas y la ignorancia”, Workers Hammer No. 220, otoño de 2012

En vez de romper las ilusiones que la gente tiene en el nacionalismo, nuestra línea sólo podía reforzar la influencia de los nacionalistas, negando que la lucha antiimperialista fuera central en Argentina. Al rechazar la necesidad de dar una dirección revolucionaria a la lucha antiimperialista, la dejamos en las manos de los nacionalistas que la van a traicionar. La manera de ganar a las masas del nacionalismo es competir por la dirección de la lucha nacional.

Una lucha exitosa contra el imperialismo requiere una dirección comunista. La única manera de derrocar el imperialismo británico en esa guerra era una alianza de los obreros argentinos y británicos en una lucha contra su enemigo común, el imperialismo. El nacionalismo es un obstáculo a esa lucha porque divide a la clase obrera internacional. La burguesía nacional limita la lucha contra el imperialismo a sus propios objetivos y métodos que no amenazan en el fondo la propiedad privada, rechazando las medidas que asestarían los mayores golpes en contra del imperialismo. Argentina no se iba a liberar simplemente por expulsar a Gran Bretaña de las Falklands. Su liberación exige cancelar la deuda imperialista, derrocar las privatizaciones, deshacerse de la austeridad, etc.

Todo lo que alza al proletariado en lucha impulsa a la burguesía nacional hacia los imperialistas, ya que el proletariado representa una amenaza al dominio de clase de la burguesía. La lucha por la emancipación de la nación y por la liberación social únicamente pueden avanzar juntas. La cuestión decisiva en la Guerra de las Falklands era utilizar la lucha antiimperialista como palanca para impulsar la revolución socialista internacionalmente.