Lo que sigue está basado en una moción de la camarada Maxine adoptada en la Conferencia Internacional.

Desde las protestas masivas contra la implementación de PROMESA [ley que impone la junta colonialista de supervisión financiera] por parte de los imperialistas estadounidenses, hasta la lucha contra la privatización de la electricidad y el agua, los devastadores huracanes, la pandemia y el resurgimiento del movimiento independentista, las masas puertorriqueñas necesitan urgentemente una dirección comunista armada con un programa antiimperialista y comprometida con la lucha por la independencia y el socialismo.

Sin embargo, el programa de la LCI desde 1993 ha rechazado la lucha misma por la independencia de Puerto Rico. El camarada Jim Robertson expuso la justificación de esta línea en una presentación de 1998:

“Ya que queremos combatir el chovinismo racial en EE.UU. y el nacionalismo en la isla, recomendamos fuertemente la independencia, pero lo hacemos conscientes de que la población es profundamente ambivalente. Por lo tanto, nuestra idea central es el derecho a la autodeterminación. Aunque aquí [en EE.UU.] ciertamente tenemos una posición por la autodeterminación, en Puerto Rico debería ser la lucha por el poder obrero. Los obreros victoriosos deben decidir cómo ejercer su autodeterminación obrera dependiendo de las circunstancias en el mundo y en el Caribe en ese momento”.

—Citado en “La batalla contra la hidra chovinista”, Spartacist No. 40, septiembre de 2017

Aclaremos una cosa. La clase obrera y las masas oprimidas puertorriqueñas quieren la independencia, pero no quieren empobrecerse. Por eso las masas boricuas no votan a favor de la independencia; no porque sean “ambivalentes” respecto a la independencia, sino porque ven, con razón, el llamado nacionalista a la independencia bajo el capitalismo como una mayor pauperización económica bajo los mismos amos. En lugar de dar una respuesta a este temor real, lo usamos como excusa para abandonar la lucha por la independencia.

Los comunistas defendemos la independencia de Puerto Rico porque es una colonia oprimida y estamos contra la opresión nacional, no porque nuestro punto de partida sea “combatir el chovinismo racial en EE.UU. y el nacionalismo en la isla”. La octava condición de las “Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista” dice:

“Los partidos de los países cuya burguesía posee colonias u oprime a otras naciones deben tener una línea de conducta particularmente clara. Todo partido perteneciente a la III Internacional tiene el deber de denunciar implacablemente las proezas de ‘sus’ imperialistas en las colonias, de sostener, no con palabras sino con hechos, todo movimiento de emancipación en las colonias, de exigir la expulsión de las colonias de los imperialistas de la metrópoli, de despertar en el corazón de los trabajadores del país sentimientos verdaderamente fraternales con respecto a la población trabajadora de las colonias y a las nacionalidades oprimidas y llevar a cabo entre las tropas metropolitanas una continua agitación contra toda opresión de los pueblos coloniales”.

El documento de la Conferencia Internacional de la LCI de 2017 corrigió el rechazo a la independencia de Puerto Rico en nuestra prensa y reivindicó la lucha por la independencia como una fuerza motriz para la revolución. Al mismo tiempo, afirmaba que la formulación del camarada Robertson citada arriba “codifica a la vez nuestra posición anticolonial...y nuestra perspectiva por la revolución permanente aplicada a Puerto Rico”.

Esto fue tanto una ofuscación centrista como una deformación de la revolución permanente. Aunque la presentación de Robertson afirma que “recomendamos...la independencia”, no propugna luchar por la independencia. Uno de nuestros argumentos clave ha sido que “como leninistas no procuramos imponerles nuestro punto de vista [a los puertorriqueños] al insistir en que se separen”, y por tanto “enfatizamos...el derecho a la autodeterminación”. Esto establece falsamente el “sentimiento de la población” como la base sobre la cual intervenir en el movimiento obrero puertorriqueño en vez de la oposición principista a la opresión imperialista.

El informe de Robertson de 1998 no es una aplicación de la revolución permanente. Sostiene que, a diferencia de EE.UU., donde insistimos en la autodeterminación de Puerto Rico, en la propia isla debemos insistir en el “poder obrero”. Esto contrapone la tarea democrática a la necesidad de la revolución socialista cuando ambas luchas están entrelazadas. Combinar la lucha por la emancipación nacional y la lucha por el socialismo es la única manera de plantear la revolución permanente para Puerto Rico. También es la única manera de romper el chantaje imperialista que amenaza con una devastación aún mayor si Puerto Rico lograra la independencia. Por el contrario, separar ambas luchas traiciona las aspiraciones nacionales de las masas, renuncia a la lucha antiimperialista y cede la dirección del movimiento independentista a los nacionalistas.

La lucha por la independencia es una fuerza motriz para la revolución en Puerto Rico y es potencialmente una chispa para la revolución en toda la región. El derrocamiento revolucionario del imperialismo estadounidense requiere una lucha conjunta del proletariado estadounidense y las masas puertorriqueñas que se extienda al resto del Caribe. ¿Significa esto que debemos llamar al proletariado de la isla a esperar pasivamente a que se produzca la revolución en EE.UU.? No. La lucha por la emancipación nacional puede y debe convertirse en una revolución socialista y continuar sin interrupción. Sobre esta base luchamos por la revolución permanente en Boriquén y por una federación socialista del Caribe.

En vez de propugnar la unidad revolucionaria basada en la lucha por derrocar al imperialismo estadounidense, la LCI promovió la unidad con base en el internacionalismo liberal, estableciendo que la principal tarea de los obreros estadounidenses era “combatir el chovinismo racial en EE.UU.”. La vanguardia del proletariado unirá a la clase obrera no a través de prédicas morales, sino dirigiéndola en la lucha conjunta contra el imperialismo. Debe mostrar cómo el combate del proletariado estadounidense en su propia defensa es un lado de la lucha, y cómo la lucha de las masas puertorriqueñas, junto con los demás pueblos de América Latina, por su emancipación es el otro lado. A medida que ambas luchas persistan, mostrarán a estos obreros que existe entre ellos una alianza objetiva basada en acabar con la tiranía imperialista estadounidense. Como escribió Trotsky:

“Cuanto más rápido la vanguardia proletaria americana, en América del Norte, del Centro y del Sur, comprenda la necesidad de una colaboración revolucionaria más estrecha en la lucha contra el enemigo común, más tangible y fructífera será esa alianza. Clarificar, ilustrar, organizar esta lucha—en esto consiste una de las tareas más importantes de la IV Internacional”.

—“La ignorancia no es un instrumento de la revolución” (enero de 1939)