La guerra en Ucrania: El GI le apuesta todo a Rusia
Cuando se publicó en Spartacist (Edición en español No. 41, octubre de 2022) la polémica contra el Grupo Internacionalista (GI) sobre la guerra en Ucrania, el GI tenía una contradicción. Abogaba por el derrotismo revolucionario en el conflicto, pero su verdadera práctica iba en contra de esta posición formalmente correcta. Esto es precisamente lo que demuestra nuestro artículo. Desde entonces, el GI resolvió su contradicción. Desafortunadamente, no lo hizo llegando a una posición verdaderamente revolucionaria, sino adoptando la posición abiertamente reaccionaria de apoyar a Rusia en la guerra.
En un artículo del 22 de octubre, el GI ahora dice que Rusia está librando una guerra justa de defensa nacional contra los imperialistas. Según el GI, el conflicto ya no se trata de quién dominará Ucrania —los rusos o las potencias imperialistas de la OTAN/UE—, sino de que los imperialistas buscan “derrotar, destruir y desmembrar a Rusia”. El GI va hasta las últimas consecuencias con esta posición, equiparando las tareas de los comunistas con respecto a la “Operación Militar Especial” (OME) de Rusia con la oposición de Trotsky a la expoliación imperialista de China por Japón o a la invasión italiana de Etiopía. ¿Cómo justifica el GI esta posición absurda? Con el argumento de que el apoyo de la OTAN a Ucrania se ha vuelto tal que “la cantidad se ha transformado en calidad” y que “el ejército ucraniano se ha vuelto en realidad una extensión de la OTAN”.
Estos argumentos se hacen añicos al primer contacto con la realidad. Es bastante obvio que nada ha cambiado fundamentalmente desde que se desató la guerra. Ucrania ha sido un agente de los imperialistas desde 2014. Las armas imperialistas inundaron Ucrania desde el inicio mismo del conflicto y las operaciones militares se han coordinado con la OTAN de principio a fin. El GI detalla interminablemente este o aquel sistema de armas, discurso o acto de cooperación militar para “probar” que la ofensiva de Ucrania en septiembre marcó un cambio cualitativo. Pero seamos concretos: en el contexto actual, ¿qué significaría una victoria de Rusia? Tal y como en febrero, significaría la opresión nacional de los ucranianos por Rusia. ¿Y una victoria de Ucrania? Significaría la “libertad” de los imperialistas de saquear Ucrania y la opresión de las minorías rusas dentro de las fronteras ucranianas. El mismo resultado que se ha planteado desde el inicio de la guerra.
La “destrucción” y el “desmembramiento” de Rusia simplemente no están planteados en el contexto actual, sin importar qué tan exitosas sean las fuerzas ucranianas en el campo de batalla. Esto se convertiría en una cuestión real sólo mediante una escalada gigantesca por parte de los imperialistas, que tendría que incluir una confrontación militar directa con las fuerzas armadas rusas. Si esto ocurre, no será necesario pasar por un tamiz oscuras declaraciones diplomáticas o acuerdos de defensa para entender que la naturaleza del conflicto ha cambiado. Será muy claro, y la defensa de Rusia estará planteada.
La cuestión central con la posición del GI no es, sin embargo, un análisis errado, sino las conclusiones programáticas reaccionarias que fluyen de ella. Según la posición del GI, los obreros ucranianos deben luchar por la victoria de Rusia y facilitar los avances rusos en el territorio ucraniano, es decir, luchar por su propia opresión nacional. ¿Y la clase obrera rusa? Debe movilizarse en apoyo a la guerra y luchar contra la clase dominante rusa por no librar una guerra total en Ucrania. En vez de organizar a los obreros rusos más avanzados —aquéllos que están opuestos a los objetivos depredadores de su clase dominante en Ucrania—, la posición del GI refuerza las voces de los chovinistas extremos rusos que critican a Putin por no asignar los recursos suficientes para la guerra.
Tomar una postura trotskista en una guerra dada no significa simplemente oponerse a cualquier lado que los imperialistas respalden. Hay que abordar la cuestión desde el punto de partida de la lucha por la revolución socialista internacional. La posición del GI es un obstáculo para movilizar a las clases obreras rusa y ucraniana por una salida revolucionaria al conflicto. Está igualmente contrapuesta a fomentar la revolución socialista en el resto del mundo. En los países oprimidos por el imperialismo, refuerza la ilusión de que cualquier cosa que vaya en contra de los intereses de EE.UU. es necesariamente progresista, incluso intervenciones militares reaccionarias como la OME de Rusia. En los países imperialistas, mina fundamentalmente los argumentos para oponerse a los objetivos y las acciones de la OTAN y la UE en la guerra. Por ejemplo, el argumento del GI sobre por qué los obreros deben oponerse a los envíos de armas a Ucrania no está basado en los verdaderos crímenes de los imperialistas, sino en la afirmación abiertamente falsa de que la soberanía nacional de Rusia está bajo ataque. Ya sea en Ucrania, Rusia o el resto del mundo, la posición del GI no abre una brecha entre los intereses objetivos de la clase obrera y el programa socialchovinista de su dirección. Al contrario, en cada caso sólo puede cimentar la subordinación de la clase obrera a la burguesía.
Sólo podemos especular sobre qué motivó al GI a cambiar su posición. Una cosa que es innegable es que este cambio de línea no fue provocado por un cambio “cualitativo” en la situación en Ucrania. Jamás se nos ocurriría que la modesta polémica que escribimos este verano haya influido en el GI para que tomara una posición más consistente. Notamos, sin embargo, que en el artículo en el que cambia de línea, el GI aborda muchas de las cuestiones que le criticamos en nuestro reciente Spartacist, sin siquiera responder a nuestros argumentos. Se trata, sin duda, de una coincidencia.